Salud en Casa.- El ruido, cuando es persistente e intenso, puede tener un impacto significativo en la salud mental, ya que actúa como un estresor crónico. Aunque muchas veces no se perciba de forma consciente, la bulla estimula continuamente al sistema nervioso, generando un estado de alerta y tensión constante. La contaminación acústica afecta especialmente a niños, adultos mayores y mujeres embarazadas.
La psicóloga Alexandra Sabal, de la Clínica Ricardo Palma, señala que
vivir o trabajar en un entorno con mucho alboroto puede provocar tensión
permanente, irritabilidad, fatiga mental, dificultad para concentrarse y
trastornos del sueño. A largo plazo, también puede afectar la estabilidad
emocional y la capacidad del cerebro para manejar otros factores estresantes.
“La contaminación acústica está
relacionada con una amplia gama de trastornos mentales y físicos, como
depresión, ansiedad, insomnio, deterioro cognitivo, síntomas de estrés
postraumático, así como tinnitus, pérdida auditiva, hipertensión arterial,
enfermedades cardiovasculares, diabetes tipo 2 (por alteraciones hormonales
inducidas por el estrés) y un sistema inmune debilitado”, explica la
especialista.
Medidas para
combatirlo
Para contrarrestar las molestias
provocadas por el exceso de ruido se necesita realizar una combinación de
estrategias físicas, tecnológicas y emocionales. Aquí algunas sugerencias:
Aísle acústicamente su vivienda:
instale ventanas con doble vidrio, utilice alfombras y cortinas gruesas. Use
tapones auditivos, auriculares con cancelación de ruido o máquinas de sonido
blanco/relajante para dormir. Evite actividades mentales intensas durante los
momentos de mayor bulla. Procure encontrar espacios de silencio diariamente
para recuperar el equilibrio. Realice ejercicios de respiración profunda (de 5
a 10 minutos al día). Camine por lugares tranquilos. Reduzca el consumo de
cafeína y alcohol.
El ruido constante es perjudicial
para la salud mental. Recuerde que el cerebro interpreta los sonidos
persistentes como amenazas potenciales, activando el sistema del estrés de
manera repetitiva. Esto no solo afecta el estado emocional, sino también funciones
vitales como el sueño, la presión arterial y el sistema inmune. Lo más
preocupante es que muchas personas se han acostumbrado al ruido sin saber que
conviven diariamente con un factor de riesgo invisible.
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