viernes, 8 de mayo de 2015

Por Karina Garay


Agencia Andina.- Escapar y volver. Dormir y despertar. Escapar otra vez –aunque sea en sueños- para finalmente quedarse. Más que un juego de palabras es uno de emociones; las que imagino deben haber sentido Rosa, Milagros y Lucía al enterarse que su maternidad –la primera en todos los casos– no sería igual a la imaginada.


Si admiramos la paciencia y el tesón de nuestras madres, ellas ofrecen de todo lo bueno, el doble. Pero en la misma medida las asalta también el miedo; un efecto colateral de haberse ganado el premio mayor de tener un hijo autista, porque es así como Rosa Iparraguirre (42) define la suerte que le toca vivir junto a Pedro (19).

Largas caminatas

De sonrisa permanente y una actitud que parece moldeada para hacer de la escucha una virtud, relata divertida las travesuras de su hijo mayor, de lo amiguero, polifacético y tierno que es. Ansioso por aprender todo sobre todo, por comerse un mundo que parece no diseñado para él. Pero, felizmente, ella está allí para darle fuerzas y explicarle “que debe tener paciencia”, “que no se puede tener todo”, “que todo mejorará”.

Como todo buen Dj - su más reciente pasión, después de la batería y el cajón, que por cierto toca magníficamente –tiene un repertorio de cosas por contar que Rosa condimenta con sonrisas y caricias.

A ella le agradece saber “preparar cebiche y juguitos” y tratarlo con “mucho amor y tolerancia”. Y aunque entre lágrimas reconoce que “a veces hace berrinches y se porta mal” la calma vuelve con el abrazo de ella y el recuerdo de locuras compartidas, como las caminatas interminables por el Centro de Lima en busca de los cursos que había encontrado en Internet o en las páginas amarillas.

Aplausos para ti

Y en ese mismo pelotón de amor se alinea Milagros Vera (42), quien ante el llanto amargo de Gonzalo (14) el día que su abuelita no pudo venir a su cumpleaños, no lo pensó dos veces y al día siguiente preparó mochilas y otra torta más para enrumbarse a Mala y darle el encuentro a la felicidad.

Rompe en llanto cuando habla de la pureza de su hijo, pero luego ríe recordando lo difícil que es decir una mentirilla cuando se tiene un hijo con autismo, o su gusto por lo que ella llama “música vernacular”, Los Kjarkas de Bolivia, la Nueva Estrella de Huaral, o toda música donde el arpa o el saxofón sean la estrella.

Él ha preparado una carta para el domingo y en ella afirma “tu constancia y dedicación han hecho de mí un chico más atento y activo a pesar de mis limitaciones. Yo sé que mis logros son los tuyos y que hay un largo camino por recorrer...” La carta avanza y el amor se desborda, quedando coronado por los rápidos y solitarios aplausos de su madre, que luego lo abraza fuerte y le seca el sudor de la frente.

De paseo con Lola

Lucía Delgado (52) camina presurosa con su hijo y aunque se le ve resuelta y serena, deja traslucir un cansancio añejo. Tal vez sea el saldo de tanto esfuerzo por desarrollar los talentos de Mauricio (21), un joven que dibuja maravillas, nada con burbujitas incluidas –nos cuenta– y que no hace mucho se lanzó en parapente por el día del autismo.

Le preocupa qué será de él cuando ella ya no esté y por eso sigue en la brega de prepararlo para la vida, sacándole provecho a su memoria prodigiosa... y, por qué no, encontrar a una Lola que lo quiera y atienda. Lola es la novia imaginaria de Mauricio, quien ya tiene los nombres de sus futuros hijos: Luis Mauricio y Macarena.

Lucía quiere seguir hablando, pero él la atropella con sus palabras. “Yo intento estar tranquilo . No molestarte, pero no puedo controlarlo y eso me pone triste, porque quiero que siempre me digas que me porto bien”, le dice él mientras la abrazarla por enésima vez.

Ella lo escucha y asiente. Y persiste en su estrategia de no ponerse triste, de no cansarse, de darle la tranquilidad que a ella, muchas veces, le hace falta. De estar al pie del cañón.

Detrás de las fotos tiernas que nos regala la maternidad hay incontables días, noches, madrugadas, desvelos, risas y llantos que una nota como ésta no puede resumir; un detrás de cámara que para estas madres ha sido arduo y no pocas veces doloroso.

Gracias a ellas en representación de todas las que quieren huir, pero se quedan; las que siempre “buscan una nueva estrategia”, como dice Lucía, para continuar siendo la guardiana, la maestra, la payasa, la leona y la dulce roca, donde sus hijos arriban cada vez que la vida se encarga de recordarles lo diferentes que son.

Ellos existen, no son invisibles

Las personas con trastornos del espectro autista (TEA) pueden presentar problemas de socialización, comunicación y conducta. La mayoría de casos son detectados en el nido escolar, cuando empiezan a evidenciar retraso en su avance educativo. 

En la actualidad, no hay cura para los TEA, pero una intervención temprana puede mejorar significativamente el desarrollo de los menores, en su mayoría varones. Se estima que uno de cada 68 personas en el mundo nace con autismo. En 2011, un grupo de padres motivados por tener un hijo con habilidades diferentes fundaron la Asociación Soy Autista y Qué!

(FIN) DOP/RRC



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