jueves, 22 de octubre de 2015

Salud en Casa.- A diferencia de los tratamientos tradicionales contra el cáncer –cirugía, quimioterapia y radioterapia–, que ponen el acento en el tipo de tumor y el órgano afectado y utilizan herramientas ajenas al paciente para combatir la enfermedad, la inmuno-oncología (IO) apunta al desarrollo de fármacos que activen las defensas naturales del paciente para que sea su propio sistema inmune el que detecte y ataque a las células tumorales. 


Se trata de un enfoque revolucionario, que inauguró hace pocos años una nueva era en el tratamiento del cáncer y ya está dando grandes resultados en personas con melanoma avanzado y un tipo específico de cáncer de pulmón. Pero, además, existen cerca de 900 ensayos clínicos en diversas fases de desarrollo en esta área.

El sistema inmune de una persona se activa cuando descubre algún agente externo al organismo –como  virus, bacterias y hongos–, desencadenando un complejo mecanismo de defensa para neutralizar a los “agresores”. Este accionar también se produce frente a alteraciones internas, como las que presenta una célula tumoral. En este caso, el “ataque” se produce a través de los linfocitos T, poderosos glóbulos blancos que son los que detectan la presencia de ciertos antígenos en las células cancerígenas, y es contra ellos que dirigen todo su “arsenal”. 

El problema es que estas células alteradas pueden desarrollar formas de evadirse: presentan en su superficie unas proteínas (llamadas receptores) capaces de bloquear la acción del sistema inmune, de manera que los linfocitos T no logran reconocer a las células tumorales y, por lo tanto, no las atacan. Así es cómo los tumores logran proliferar. La I-O estudia el funcionamiento de este mecanismo de evasión y desarrolla moléculas para desactivarlo y quitarle el disfraz a las células enfermas.

Si bien esta estrategia de tratamiento fue descubierta en 1890 por el cirujano estadounidense William Coley, debieron pasar varias décadas para que se convirtiera en realidad. El gran salto ocurrió recién en 1975, cuando el argentino César Milstein y su colega Georges Kohler desarrollaron un método que abrió la puerta a la producción de anticuerpos monoclonales en el laboratorio; esto le permitió al científico James Allison obtener en 2006 un anticuerpo anti CTLA-4, que más adelante dio lugar a la primera inmunoterapia aprobada –en 2011– contra el cáncer, logrando mejorar notablemente la sobrevida de pacientes con melanoma metastásico.[1]

El receptor CTLA-4 presente en los linfocitos T actúa como freno natural a la activación de estos componentes esenciales del sistema inmunme (para evitar, por ejemplo, que se reproduzcan descontroladamente frente a un virus). El uso de un anticuerpo monoclonal dirigido contra CTLA-4 elimina esa barrera, lo que aumenta la  actividad de las defensas y, entonces, permite un ataque más potente contra las células tumorales.

Además, dentro de esta estrategia pionera en I-O, existen otros tipos de terapias que apuestan al sistema inmune para combatir el cáncer, algunas ya aprobadas y otras en fases de experimentación.[2],4 Tal el caso de un nuevo anticuerpo monoclonal que bloquea la acción de una proteína de los linfocitos T llamada PD-1. Cuando este “punto de control” es inhibido, se evita que se una a las proteínas PDL-1 que las células tumorales usan como escudos para evadir la acción de las defensas del organismo. Así, los linfocitos T pueden cumplir con su tarea y destruir a las células enfermas.

Hasta el momento, los anticuerpos monoclonales utilizados en I-O se administran mediante inyección intravenosa. Para muchos pacientes, sus efectos secundarios son más moderados que los de la quimioterapia, pero algunas inmunoterapias requieren un seguimiento de cerca para evitar problemas serios. Los efectos adversos relacionados con el sistema inmune son distintos a los que se observan con la quimioterapia y los fármacos dirigidos, por lo que también deben ser tratados de forma diferente.  

Este tipo de abordaje fue la gran estrella de la última reunión de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), el encuentro de expertos en cáncer más importante del mundo. Allí se dieron a conocer los resultados de diversos ensayos clínicos –en distintas fases de estudio– que demostraron avances en cáncer de pulmón de células no pequeñas, riñón, próstata e incluso contra el mieloma múltiple. 

La oncóloga Lynn Schuchter, jefa de la División de Hematología/Oncología de la Universidad de Pennsylvania y una de las voceras de la edición 2015 de ASCO, fue clara al presentar las novedades de este año[3]: “El campo de la inmunoterapia dirigida es cada vez más excitante. Con estos ensayos, estamos dejando rápidamente atrás la era en la que las inmunoterapias eran vistas sólo como grandes logros contra el melanoma. Sorprendentemente, estas drogas están mostrando ser efectivas en otros tipos de cánceres, para los cuales prácticamente no funcionaba ningún otro tratamiento”.  

Bristol-Myers Squibb fue la primera compañía en ofrecer una terapia I-O para el tratamiento del melanoma metastásico. Actualmente posee un extenso programa de desarrollo clínico de inmuno-terapias que están siendo investigadas en diferentes tipos de cáncer como el de pulmón, riñón y mieloma múltiple (un cáncer hematológico).

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