Es el camino más fácil, pero no el mejor para desarrollar el
gusto por lo que hacen, advierte especiaista.
Agencia Andina.- A la hora de educar a los hijos no hay nada peor que la
obediencia absoluta, pues es muy dañina porque los menores no desarrollarán
gusto por lo que hacen, buscando solo cumplir órdenes.
Así lo advirtió la psicoterapeuta Carmen González durante el
programa Saludable Mente de Andina Canal On Line, en el que explicó cómo se
construyen personalidades con tendencias corruptas o que no terminan de madurar
en el tiempo y el riesgo de esa situación.
“Cuando tú me obedeces como niño lo haces por miedo, pero no razonas.
El ser humano tiene que pensar y los temeroso no piensan, los rabiosos no
piensan y esas formas de ser se producen en la infancia de 0 a cinco años y
luego se transfieren. Por eso los padres no deben pegarles a sus hijos o
asustarlos”, afirmó.
La especialista indicó que ordenar siempre es lo más fácil,
pero no lo mejor cuando se trata de criar hijos
“Te ordeno que te laves lo dientes. Te digo a la una, dos,
tres y si no haces caso te jalo las orejas. Y la mamá feliz porque ha logrado
que el hijo se lave los dientes. Eso es lo peor. El trabajo con los hijos es
mucho más esforzado”, sostuvo.
¡A lavarte los dientes!
Manifestó que los padres, usando el mismo ejemplo, deben
lograr que el niño se lave los dientes porque los ama. “Entonces, tengo que mostrarle
una foto de dientes lindos para que se enamore y explicarle”.
En esa misma línea, indicó que la función de la madre no es
que el hijo haga la tarea, porque después crecen y odian las tareas o las hacen
porque se les obliga.
“Hay tanto dolor y miedo que acaban borrachos o drogadictos.
Yo tengo que hacer que el niño ame la tarea y para eso tengo que ser sinceros.
Decir yo sé que hacer la tarea es algo feo, pero hay que hacerlo para que
mañana estés feliz. Entonces, yo te voy a ayudar. Es contagiar el rostro bueno
de la tarea. Entonces el niño va a asociar en su cabeza: la tarea al rostro
lindo de la madre”.
Indicó que las madres de familia son vendedoras de todo: de
limpieza, de ganas de superarse, de cuidado, del estudio, pero nada debe ser a
la fuerza.
“Lamentablemente, somos madres inmaduras y en vez de pensar,
me da desesperación, me voy encima y te jalo el pelo. Tuve en consulta una
madre que había metido a su hija al agua. Iba a ser médico, pero como casi se
ahoga, se puso a estudiar. Al año siguiente la madre llegó llorando, su hija
tenía retardo. La había metido más tiempo del imaginado al agua sin dejarla
respirar. De nada sirve el golpe y el maltrato. Eso es lo más fácil”.
Respirar profundo
Ante situaciones de frustración por la desobediencia de los hijos o porque no cumplen los deberes del colegio, Carmen González dijo que solo queda respirar profundo y tratar de pensar con “el cerebro inteligente” y luego decirle qué pueden hacer.
“Los arranques de cólera de los padres no son porque los hijos no hacen la tarea, sino porque no les enseñaron con tolerancia (cuando fueron niños)”.
Sostuvo que es preciso que se reconozca de dónde viene esa rabia, esa ira contenida por años.
“Quizá de chiquito me trataron mal, quise irme encima, pero como era chiquito me guardé la ira y luego con el modelo (de padre) lo saco contra mi hijo. Tenemos que reconocer que tenemos una parte muy animal, depredadora. No se trata de golpear y luego pedir disculpas. Es como si te rompiera la pierna y luego te pido disculpas. Mi trabajo es conmigo como padre o como madre”.
Ante situaciones de descontrol, la especialista recomendó decirles a los hijos “a mí me pegaban y lo mismo hice contigo. Debo ir a un doctor para que nos ayude a ambos. Tengo que reconocer que no me he comportado como padre o madre, solo como reproductor. Y aquí hay muchos reproductores, no de malos, sino porque sus padres también lo fueron”.
Manifestó que los golpes, los gritos y amenazas deterioran la autoestima de los hijos y los ponen en una situación de vulnerabilidad cuando son adultos.
“Hay mujeres con estudios, trabajo, pero con hueco de amor, casi siempre del padre, que se unen a personas que huelen tu necesidad, que al principio se porta bien, hasta capturarte como presa. Y una vez que te ha cazado, te pegan un grito, te maltratan, pero no te vas”.
Dijo que durante nuestra crianza nos apropiamos de muchas cosas de los padres, pero que debe existir un discernimiento para quedarnos con lo mejor de cada uno, volviéndonos a reconstruir para hacer una versión propia. Por lo tanto, si uno fue maltratado de niño no debe repetir el modelo con la excusa de que me lo hicieron a mí.
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