Esta es la historia de una mujer que pasó más de 7 meses postrada en una
cama y con el abdomen abierto, recuperándose de la desnutrición y la
tuberculosis peritoneal.
Salud en Casa.- Todo empezó con un dolor de estómago y fiebre de madrugada. El abdomen se
le hinchó y empezó a perder masa muscular. Trabajaba en un restaurante y
estudiaba administración, a veces no almorzaba; estaba desnutrida, vomitaba lo que comía. Joycy Ruiz (Iquitos, 1995) apenas cumplía los 21 años cuando le detectaron en agosto
de 2017 tuberculosis peritoneal, es decir, tenía los intestinos pudriéndose.
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Sentía mucho cansancio y decían que
estaba más delgada, pero claro, a mi edad, bajar de peso no es malo. Al
contrario, generalmente era bueno - cuenta Joycy.
Mientas los doctores tenían dificultades para su diagnóstico, en menos de
una semana Joycy era una paciente más con desnutrición
hospitalaria: sus funciones vitales no se mantenían y llegó a pesar 30
kilogramos. Eso no era todo. La depresión entró en juego para esta mujer que
con las horas iba perdiendo las ganas vivir.
¿Cómo se salvó, entonces?
Según el Ministerio de Salud, de los 531 establecimientos de salud en Perú, solo 18 tienen unidades de
soporte nutricional. Un estudio de United for Clinical Nutrition realizado en 5
países de América Latina incluido Perú precisa que el 74% de los hospitalizados
tiene desnutrición clínica grave y un 90% de los doctores desconocen este
cuadro. Así el panorama, Joyce Ruiz se había convertido en una cifra más de la desnutrición hospitalaria en el país, podía
morirse en cualquier momento.
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No me importaba nada, no quería nada.
Pasaban 2 o 3 días sin hablarle a nadie. ¿Para qué vivir?
Estas palabras rondaban por la cabeza de Joycy bajo la atención de su madre,
Asteria, quien sufría quizás más que ella. Y ella no quería asumir su realidad,
he ahí uno de los problemas. Desde que ingresó al hospital Rebagliati, su vida
dependía de sueros y más líquidos que la mantenían con vida, pero no la nutrían.
La operaron 2 veces, con resultados negativos, y la herida en su abdomen quedó
abierta durante 7 largos meses de postración. “¿Para qué vivir?”, se repetía todos los días.
Hasta que llegó a su habitación el doctor Mario Ferreyra, especialista
internacional en Soporte Nutricional: “Su sistema digestivo
estaba destrozado, no soportaba ningún tipo de alimento, Joycy iba a morir si
no se trataba a tiempo. Nadie le presta atención a la desnutrición hospitalaria
en Perú”.
Lo primero era nutrirla, levantarle el ánimo y mantenerla
desinfectada. Tampoco caminaba, y no lo hizo durante 7 meses. “Me ponían vitaminas, lípidos… por un catéter”,
explica Joyce, quien empezó a recibir visitas de psicólogos, religiosos y
familiares. Sus desvaríos de querer morirse se iban apagando con las oraciones
y las sonrisas que le quitaban los visitantes.
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Sólo el 10% de los casos con cuadros
de desnutrición, son diagnosticados y tratados a tiempo, por la falta de
instrumentos e insumos y el desconocimiento de médicos y familiares de los
pacientes.
El doctor Ferreyra tenía
esperanza. Y Joycy también. Tras siete meses de lucha interna, paciencia y
nutrición intravenosa, los efectos surgieron. Empezó a sentir más ganas de
levantarse. “Antes mi mamá no podía ni
sentarme. No comí por la boca todo ese tiempo”. Estaba lista para su
tercera operación en marzo de 2018. Gracias a los nutrientes en su organismo, el resultado fue satisfactorio. Pero
aquí empezó todo de nuevo.
La trágica realidad de Joycy era solo un reflejo
minúsculo de lo que pasa actualmente en el Perú. Los pacientes hospitalizados
que no pueden alimentarse por vía oral, explica el doctor Ferreyra, requieren
una nutrición complementaria mediante sonda y vía intravenosa. Sin embargo, en
el Perú solo el 10% recibe ambas modalidades combinadas, y menos del 20% de las
historias clínicas de los pacientes hospitalizados contienen información sobre
su condición nutricional, como cifras básicas de peso y talla1.
Al probar y masticar
comida con la boca, no sentía los sabores. “Parecía
que comía madera. Mis piernas estaban duras, debí hacer terapia para volver a
caminar, la columna me dolía…”, sonríe Joyce, ahora recuperada y obligada a
un estilo de vida llevado a la dieta balanceada, el deporte y el orden
alimenticio. Sus 49 kilogramos de peso actuales y óptimos nos son gratuitos:
pasó siete meses luchando contra la desnutrición y los doctores ya no la
quieren ver en el quirófano, otra vez.
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