martes, 1 de enero de 2019


   Esta es la historia de una mujer que pasó más de 7 meses postrada en una cama y con el abdomen abierto, recuperándose de la desnutrición y la tuberculosis peritoneal.



Salud en Casa.- Todo empezó con un dolor de estómago y fiebre de madrugada. El abdomen se le hinchó y empezó a perder masa muscular. Trabajaba en un restaurante y estudiaba administración, a veces no almorzaba; estaba desnutrida, vomitaba lo que comía. Joycy Ruiz (Iquitos, 1995) apenas cumplía los 21 años cuando le detectaron en agosto de 2017 tuberculosis peritoneal, es decir, tenía los intestinos pudriéndose.


-       Sentía mucho cansancio y decían que estaba más delgada, pero claro, a mi edad, bajar de peso no es malo. Al contrario, generalmente era bueno - cuenta Joycy.

Mientas los doctores tenían dificultades para su diagnóstico, en menos de una semana Joycy era una paciente más con desnutrición hospitalaria: sus funciones vitales no se mantenían y llegó a pesar 30 kilogramos. Eso no era todo. La depresión entró en juego para esta mujer que con las horas iba perdiendo las ganas vivir.

¿Cómo se salvó, entonces?

Según el Ministerio de Salud, de los 531 establecimientos de salud en Perú, solo 18 tienen unidades de soporte nutricional. Un estudio de United for Clinical Nutrition realizado en 5 países de América Latina incluido Perú precisa que el 74% de los hospitalizados tiene desnutrición clínica grave y un 90% de los doctores desconocen este cuadro. Así el panorama, Joyce Ruiz se había convertido en una cifra más de la desnutrición hospitalaria en el país, podía morirse en cualquier momento.

-       No me importaba nada, no quería nada. Pasaban 2 o 3 días sin hablarle a nadie. ¿Para qué vivir?

Estas palabras rondaban por la cabeza de Joycy bajo la atención de su madre, Asteria, quien sufría quizás más que ella. Y ella no quería asumir su realidad, he ahí uno de los problemas. Desde que ingresó al hospital Rebagliati, su vida dependía de sueros y más líquidos que la mantenían con vida, pero no la nutrían. La operaron 2 veces, con resultados negativos, y la herida en su abdomen quedó abierta durante 7 largos meses de postración. “¿Para qué vivir?”, se repetía todos los días.

Hasta que llegó a su habitación el doctor Mario Ferreyra, especialista internacional en Soporte Nutricional: “Su sistema digestivo estaba destrozado, no soportaba ningún tipo de alimento, Joycy iba a morir si no se trataba a tiempo. Nadie le presta atención a la desnutrición hospitalaria en Perú”.

Lo primero era nutrirla, levantarle el ánimo y mantenerla desinfectada. Tampoco caminaba, y no lo hizo durante 7 meses. “Me ponían vitaminas, lípidos… por un catéter”, explica Joyce, quien empezó a recibir visitas de psicólogos, religiosos y familiares. Sus desvaríos de querer morirse se iban apagando con las oraciones y las sonrisas que le quitaban los visitantes.


-       Sólo el 10% de los casos con cuadros de desnutrición, son diagnosticados y tratados a tiempo, por la falta de instrumentos e insumos y el desconocimiento de médicos y familiares de los pacientes.

El doctor Ferreyra tenía esperanza. Y Joycy también. Tras siete meses de lucha interna, paciencia y nutrición intravenosa, los efectos surgieron. Empezó a sentir más ganas de levantarse. “Antes mi mamá no podía ni sentarme. No comí por la boca todo ese tiempo”. Estaba lista para su tercera operación en marzo de 2018. Gracias a los nutrientes en su organismo, el resultado fue satisfactorio. Pero aquí empezó todo de nuevo.

La trágica realidad de Joycy era solo un reflejo minúsculo de lo que pasa actualmente en el Perú. Los pacientes hospitalizados que no pueden alimentarse por vía oral, explica el doctor Ferreyra, requieren una nutrición complementaria mediante sonda y vía intravenosa. Sin embargo, en el Perú solo el 10% recibe ambas modalidades combinadas, y menos del 20% de las historias clínicas de los pacientes hospitalizados contienen información sobre su condición nutricional, como cifras básicas de peso y talla1.

Al probar y masticar comida con la boca, no sentía los sabores. “Parecía que comía madera. Mis piernas estaban duras, debí hacer terapia para volver a caminar, la columna me dolía…”, sonríe Joyce, ahora recuperada y obligada a un estilo de vida llevado a la dieta balanceada, el deporte y el orden alimenticio. Sus 49 kilogramos de peso actuales y óptimos nos son gratuitos: pasó siete meses luchando contra la desnutrición y los doctores ya no la quieren ver en el quirófano, otra vez.


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