Las medidas de contención global para combatir la propagación del coronavirus han logrado reducir el nivel del ruido en las bulliciosas calles de nuestra capital a un 80%. En determinadas horas, Lima se transforma en “la sala de lectura de una biblioteca”. Y es que, el silencio ganó espacio y se impuesto al molestoso y dañino ruido que provenía, principalmente: del parque automotor, obras en construcción, centros de diversión y comercio ambulatorio.
El Día Internacional de la Vida sin Ruido será este año el 29 de abril (desde el 2001 se celebra el último miércoles del mes de abril). Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), existen más de 360 millones de personas con pérdida auditiva en nivel de moderada a grave, debido a diversas causas, entre ellas: el ruido.
Luis Verástegui Barahona, especialista en audiología, afirma que el ruido es una mezcla de sonidos de varias frecuencias que provoca en el oído una sensación desagradable y negativa, capaz de producir cambios en el estado de ánimo, estrés, alteración en el ritmo cardíaco, insomnio, depresión, nerviosismo, gastritis y pérdida progresiva de la audición.
“Si bien autoridades locales e instituciones han venido tomando acciones para reducir los efectos de la contaminación sonora, la emergencia nacional y el aislamiento obligatorio por la pandemia del coronavirus ha permitido reducir por estos días el ruido a un 80% en las principales calles y avenidas de Lima, donde antes el ruido superaba los 100 decibeles y por estos días es como si fuera la sala de lectura de una biblioteca”, señaló el director del centro audiológico AudiPhone.
El sonido se mide en unidades llamadas decibeles (dB). Dependiendo del tiempo de exposición, el oído humano puede tolerar un máximo de 55 decibeles sin ocasionar ningún daño a la salud. Una conversación entre dos personas – a una distancia aproximada de un metro- se ubica en el rango de 45 a 60 decibeles.
Entre las fuentes de ruidos más comunes tenemos: la campana de un camión recolector de basura (85 decibeles), el megáfono o altoparlante de un comerciante ambulante (90 decibeles), el claxon de un auto (95 decibeles), el percutor del taladro en una construcción (110 decibeles), la música en una discoteca (120 decibeles), la sirena de alarma de una ambulancia, unidad de bomberos o vehículo de seguridad ciudadana (140 decibeles).
“En casa, también existen fuentes de ruido que generamos y pueden afectar la salud auditiva de la familia y nuestra convivencia. Por ejemplo, cuando abusamos del volumen de la televisión y la radio, o dejamos al máximo el nivel del timbre y el teléfono. Así también cuando - por falta de mantenimiento – permitimos el excesivo ruido que ocasionan aparatos electrodomésticos como aspiradoras, lavadoras, licuadoras y tanques de agua. Y es que, mientras más prolongado sea el ruido y mayor nuestra cercanía, más perjudicial es para la salud”, asegura Verástegui Barahona.
El especialista señala que la situación actual ha permitido a nivel mundial comprender la importancia de cuidar el medio ambiente y valorar nuestra salud, a fin de adoptar mecanismos para proteger nuestro sistema auditivo. Entre las iniciativas que pueden ponerse en marcha pasada la cuarentena tenemos: cambiar el silbato por dispositivos luminosos en la labor de los policías de tránsito, prohibir y sancionar el uso de megáfonos o altoparlantes en el comercio ambulatorio y reducir el sonido de las sirenas de alarmas de las ambulancias, carros de bomberos, policía nacional y unidades del serenazgo.
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