martes, 4 de noviembre de 2025

 

Por Erika Pagani, Gerente General de GSK Chile, Perú y Ecuador.



Salud e
n
 Casa.- Hay silencios que gritan. Hay mañanas en las que uno se levanta sabiendo que enfrentará un día adolorido, aunque afuera todo parezca normal. En Perú, ese dolor invisible afecta a más personas de las que solemos imaginar. De acuerdo con la Asociación Peruana para el Estudio del Dolor más de tres millones de adultos en Lima Metropolitana viven con dolor crónico, y lo más preocupante: el 33.6 % de ellos no recibe ningún tratamiento adecuado para aliviarlo.



Para quien lo padece, el dolor no es un síntoma: es un compañero constante. Un latido de advertencia que no se detiene. Detrás de ese dolor hay rostros concretos: la abuela de 65 años que ya no puede jugar con sus nietos, el joven con diabetes que siente calambres persistentes, el trabajador que evita agacharse porque “ya no aguanta más”.



Uno de los cuadros más complejos es el dolor neuropático, que se origina cuando el sistema nervioso falla y puede tener diversas causas, como la diabetes, el herpes zóster o enfermedades que afectan directamente los nervios.



Frente a este panorama, se están desarrollando terapias innovadoras enfocadas en la prevención y tratamientos del dolor neuropático con el objetivo de ofrecer nuevas alternativas para reducir su impacto. Este avance representa un paso importante hacia una atención más integral, basada en la ciencia y en la empatía.



Desde mi experiencia al frente de GSK en Perú, Chile y Ecuador, me resulta desgarrador que el dolor siga siendo un tema secundario. Esta es una condición que compromete el bienestar físico, emocional y social de quienes la padecen, y que genera un alto costo económico tanto para el Estado como para los pacientes. Es por eso por lo que una de las prioridades de nuestra compañía es buscar maneras no sólo de atacar el dolor sino también de prevenirlo.



En este escenario, hay señales positivas. En octubre de 2023, EsSalud lanzó la primera campaña gratuita de tratamiento y prevención del dolor crónico en Lima, a través del Hospital Guillermo Almenara, ofreciendo atención médica especializada a asegurados y no asegurados. Estas iniciativas son valiosas, pero aún insuficientes frente a la magnitud del problema.



Hablar de dolor es hablar de dignidad, porque una vida con dolor crónico no es una vida plena. En ese sentido, ahora que el mes del dolor llega a su fin, se genera una oportunidad para mirar más allá de las estadísticas y reconocer una realidad humana que exige atención. Reducir el impacto del dolor crónico y neuropático requiere un esfuerzo conjunto entre profesionales de la salud, organizaciones, comunidades y ciudadanía. Se trata de abrir espacios de escucha, acceso y acompañamiento, donde el alivio no dependa de la suerte, sino de una respuesta estructurada y empática.



Aún hay mucho por hacer, pero también hay voluntad, conocimiento y tecnología para hacerlo. Visibilizar el dolor es el primer paso; actuar para aliviarlo y prevenirlo, el verdadero compromiso.

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