BrunOrtiz.pe.- Dos años después de la sorpresiva muerte del entrañable actor Robin Williams, su viuda, Susan Schneider, publicó un estremecedor artículo en la revista “Neurology”, publicación principal de la Academia Americana de Neurología.
En su texto, Schneider afirma que –aunque su esposo se quitó la vida la mañana del 11 de agosto del 2014– lo que realmente lo mató fue la demencia con cuerpos de Lewy.
“Fue el final de una intensa, confusa y relativamente rápida persecución por los síntomas y patología de este padecimiento”, escribió.
—Poco conocida—
La (LBD, por sus siglas en inglés) es una de las causas más comunes de demencia (pérdida de funciones mentales) en personas entre los 50 y los 85 años. Según la web especializada Medline Plus, una serie de estructuras anormales (cuerpos de Lewy) se acumulan en zonas del cerebro. Solo en EE.UU. 1,5 millones de personas tienen este mal.
¿Qué es lo complicado con esta enfermedad? Que es muy difícil de diagnosticar –se suele confundir con Alzheimer o Parkinson–; que va empeorando con el tiempo; que no tiene cura; y que el tratamiento solo se enfoca en intentar mitigar los síntomas.
En el caso de Williams, se le diagnosticó Parkinson, pero tres meses después de su fallecimiento el informe del médico forense confirmó que el actor sufría una forma muy severa de LBD.
—Destrucción progresiva—
Con el impactante título de “El terrorista dentro del cerebro de mi esposo”, Schneider narra sus experiencias desde octubre del 2013, cuando aparecieron los primeros síntomas de la enfermedad, hasta los meses posteriores a la muerte de Williams, cuando se descubrió el mal que lo aquejaba.
Todo empezó cuando se presentaron síntomas que, en apariencia, no tenían relación: estreñimiento, problemas urinarios, insomnio, pérdida del olfato y estrés. “Además, se le presentaba un leve temblor en la mano izquierda, que iba y venía. Al inicio se le atribuyó a una lesión previa al hombro”, narra Schneider.
Williams empezó a desarrollar mucha ansiedad, paranoia, mareos, más insomnio y problemas de memoria. Se sometió a todo tipo de pruebas, sin que en ese momento los especialistas pudieran dar con el diagnóstico adecuado.
Durante la filmación de “Una noche en el museo 3”, sufrió ataques de pánico. “Robin tenía problemas para recordar siquiera una línea de sus escenas, cuando tres años antes había hecho una temporada de cinco meses en Broadway [...] ofreciendo varias veces dos funciones diarias, con cientos de líneas por decir y sin cometer ningún error”, relata Schneider. Se le recetaron antipsicóticos, que luego de su muerte se descubrió que solo acentuaban más su enfermedad.
En mayo del 2014 se le diagnosticó Parkinson pero, según la esposa, Williams nunca estuvo convencido. Sin embargo, el aumento del temblor de la mano izquierda, así como otros problemas motores avalaban el diagnóstico. Y pese a que Schneider asegura que por seis años Williams no sufrió depresión, acepta que los meses previos a su muerte sí se presentó, pero se le vinculó con el Parkinson.
“Clínicamente él tenía Parkinson, pero patológicamente tenía LBD difuso [...] Sin embargo, por donde se vea, la presencia de los cuerpos de Lewy [en absolutamente todas las neuronas de su cerebro] fue el causante de su muerte”, reflexiona la viuda en su texto.
Más información
Involucrada. Tras la muerte de Williams, su viuda se dedicó a investigar sobre el tema. Hoy es una de las directoras de la Fundación Americana del Cerebro.
Nada fue en vano. Decidió compartir sus experiencias para que los científicos conozcan más de la enfermedad y que la muerte de Williams no haya sido en vano.
Esperanza. En su texto, Schneider resalta las investigaciones hechas hasta ahora por los neurólogos y confía en que se hagan más hallazgos en este campo.
Publicado originalmente en el diario El Comercio (08/10/2016)
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