Advirtió que todo lo que existe en redes sociales no es verdad, puede ser provocado por gente malintencionada.
“Son creencias que ponen al descubierto el nivel de educación de nuestro pueblo. Que pueda creer que alguien vaya a hacer un tajo o corte y vayan a sacar un riñón, un pulmón o un páncreas”, lamentó el doctor Elmer Huerta.
Además no hay registro en ninguna parte del mundo de que aparezcan cadáveres mutilados o descuartizados debido a la extracción de sus órganos. “Eso no existe”, afirmó.
El doctor Huerta explicó que los órganos son muy delicados, no pueden ser trasladados en bolsas plástico o con hielo.
“La recolección de un órgano es un asunto muy serio de alta cirugía (…) eso no se hace en la calle, con un cuchillo y, que después se tira el cuerpo a la calle (…) eso es un disparate”, dijo.
“Eso de que en las calles te van a cortar, hacer un tajo y van a
descuartizarte, es falso, no existe… Eso es una fábula como la de los
pishtacos”, comentó el doctor Elmer Huerta.
Se necesita un equipo de por lo menos quince, veinte o veinticinco personas -entre cirujanos, enfermeras, asistentes, instrumentistas y anestesiólogos- para extraer el órgano, el que debe ser conservado en condiciones adecuadas hasta que llegue a lugar del trasplante.
El negocio de la vida. El asesor médico de RPP Noticias advirtió que sí existe el tráfico de órganos. Un estudio publicado en la revista Transplantation, publicado el 27 setiembre de 2014, la investigadora Ana Manzano, de la Escuela de Medicina de la Universidad de Leeds, reveló un informe documentado sobre la compra y venta de órganos en países pobres.
Caso. En Katmandú, capital de Nepal, traficantes negocian con los padres de los menores, ofreciéndoles hasta 25 mil dólares por un órgano de su hijo. Cuando cierran el trato, el paciente es trasladado a un hospital, le extraen el órgano y recibe su dinero. El órgano pasa al mercado negro para ser comprado por personas provenientes de diversos países, que pasan meses o años buscando uno, y pagan, en promedio, 125 mil dólares.
Todos en la cadena están enterados de que esto ocurre, incluso el cirujano que recibe el órgano para realizar la colocación en el receptor conoce la procedencia ilegal. Sus colegas también lo saben.
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