miércoles, 14 de febrero de 2018

Brecha. De los 6 millones de potenciales pacientes, solo un millón es atendido en el MinsaLa depresión y la ansiedad son los problemas más recurrentes. Si bien faltan mayores recursos, hogares deben priorizar la salud mental de sus integrantes. Hay mayor probabilidad de que esta población sea víctima que victimario. Mayoría de agresores con trastornos son conscientes del daño hecho.
Salud en Casa.- En menos de cien días, un sujeto asesinó a un estudiante y acuchilló el rostro de otra joven dentro de una universidad pública, una pequeña de 9 años debió dar a luz luego de ser ultrajada por su padre y una adolescente de 16 se quitó la vida después de que tres militares la violaran en Puno.

La última víctima, según se conoció, había dejado una carta en la que pedía perdón y decía que no podía olvidar, pese a que las autoridades responsables “ordenaron derivar su caso al área de psicología”.

Hoy diversos psiquiatras diagnostican que eso no bastaba, que “faltó continuar los cuidados de su salud mental”. Y es que las secuelas producto de una violación sexual, la depresión, los trastornos de ansiedad, las adicciones, la violencia política, la de las calles, la de la familia, los problemas de infancia y adolescencia, la demencia, psicosis y esquizofrenia son trastornos mentales que pasan por la cabeza de 6 millones de peruanos al año (20% de toda la población), según estima el Ministerio de Salud (Minsa).
Sin embargo, a la fecha, un millón recibe tratamiento del número total de pacientes. Eso quiere decir que el 80% de peruanos con algún trastorno mental no llega a recibir atención en dichos establecimientos. Ellos no saben qué les sucede: por qué cambian su ánimo, por qué tienen ideas obsesivas, por qué no logran relacionarse con su entorno o, por qué, simplemente, se sienten tristes por mucho tiempo.

Contra el estigma

Es un problema invisible, pero frecuente. Pese a la brecha de atención, en un día, un consultorio del Instituto de Salud Mental Honorio Delgado-Hideyo Noguchi recibe entre 12 y 20 casos de trastornos mentales, la mayoría por depresión, agitación psicomotriz o violencia.
En el Perú, 2 de cada 10 personas sufren algún problema mental al año. El 30% de la población ha padecido un trastorno alguna vez en su vida.
Aquí, la salud mental no está al mismo nivel de la física. La brecha de atención y el estigma son sus principales deficiencias. Un potencial paciente teme ir al psiquiatra o tomar medicamentos. La sociedad les dice que son violentos y peligrosos. “Pero si tomamos una pastilla para la gripe, ¿por qué no podemos hacerlo para nuestra mente?”, se pregunta Lucero Andaluz, directora de la ONG De-mentes, que hace cuatro años desarrolla actividades de reintegración ciudadana.

Víctima, no victimario

En abril pasado, la adolescente A.C.M. fue ultrajada por militares. Siete meses después, la menor se quitó la vida colgándose de una soga.
Los casos presentados al inicio están vinculados a la salud mental, pero –contrario a lo que muchos piensan– no por el lado del victimario, sino por el de la víctima, cuya salud merece ser atendida. “Es más probable que una persona con un trastorno severo sea víctima de la violencia a que sea agresor”, aclara el director de Salud Mental del Minsa, Yuri Cutipé.
La violencia impacta en la salud mental de la víctima, por lo que requiere cuidados continuos e intersectoriales: ministerios de la Mujer, Salud, Educación, Policía. No basta con enviar a la víctima a un hospital, sino cuidar que funcione su continuidad. “De lo contrario, el riesgo es mayor”.
Pero los cuidados no solo son necesarios tras una agresión. Los problemas mentales también otorgan un mayor grado de vulnerabilidad. En España, por ejemplo, se determinó que 8 de cada 10 mujeres víctimas de violencia física o sexual tenían alguna discapacidad mental (psicosis, depresión severa, retardo mental).

Saben el daño que hacen

Si las víctimas de violencia pueden sufrir trastornos mentalesantes o después de una agresión, ¿qué pasa por la cabeza de los victimarios?
Las pericias psicológicas decían que Húber Chacara, de 29 años, quien mató a un alumno sanmarquino y le cortó la cara a otra joven, era un psicópata y tenía un Trastorno Obsesivo Compulsivo(TOC).
Ahora señalan que César Alva Mendoza, el sujeto de 37 años que violó, asesinó y calcinó a una niña de 11 años en San Juan de Lurigancho, es un psicópata sexual, con trastorno de personalidad, cínico y tiene desprecio por la vida.
Esas condiciones no les restan culpa. “Los psicópatas tiene una personalidad anormal caracterizada por su tendencia a la maldad. Sin embargo, son completamente conscientes de lo que hacen. Hasta lo disfrutan. Saben que hacen algo malo, negativo”, sostiene Cutipé. Sus trastornos no están asociados a su crímenes. No hay una relación causa y efecto debido a que son conscientes del daño que están haciendo.
Lo mismo ocurre con Chacara, cuyas ideas obsesivas no determinan su accionar criminal. Son características adicionales a su personalidad.
“La víctima es la que sufre las consecuencias más graves. Aparecen traumas. El victimario es una persona que está plenamente consciente”, agrega el jefe del departamento de emergencia del hospital Noguchi, Freddy Vásquez.
Ahora bien, en el Perú, las personas con trastornos mentales –la mayoría por depresión, ansiedad, alcoholismo y secuelas de violencia– pueden llenar 120 Estadios Nacionales.
El 80% de estas personas no llega a recibir atención. Esta cifra ha disminuido en los últimos años, pero la brecha se mantiene. “Históricamente, nuestro país siempre ha estado al borde del 90%. En el 2009 solo se atendía a medio millón de personas”, explica Cutipé del Minsa, con quien se aplica una reforma en la salud mental.
De las 6 millones de personas que requieren un servicio de salud mental, el Minsa calcula que debería atender 4 millones, mientras que EsSalud, 2 millones. Sin embargo, a la fecha, solo un millón recibe servicio en la primera institución. La segunda no ha proporcionado los datos solicitados.
“Si todos los subsectores no asumen su responsabilidad, será muy complicado, dado que la población afectada es alta. No hablamos del VIH (igual de importante), con 6 mil casos nuevos al año, sino de 6 millones de personas. Todos tenemos que asumir la responsabilidad: EsSalud, FFAA, privados”, indica Cutipé.
El ex presidente de la Asociación Peruana de Psiquiatría Ricardo Bustamante considera que esta brecha de atención está vinculada a diversos factores: el bajo presupuesto y la prioridad antes otorgada a la atención en hospitales especializados (como el Larco Herrera, Hermilio Valdizán, Honorio Delgado) mas no a la comunitaria (con un enfoque integral, no de internamiento).
A esto le añade los problemas en infraestructuras y el déficit de profesionales: 800 psiquiatras para los más de 30 millones de peruanos. “Y más de la mitad está en Lima”.
Según el Minsa, entre las localidades con brecha mayor a 90% están Ayacucho, Cajamarca, Iquitos, Pucallpa y Puerto Maldonado. (Ver infografía).
Y si se trata de Lima, Bustamante comenta que debido al gran número de pacientes en hospitales como el Larco Herrera, que centralizaban atenciones, las citas se programaban tres meses después.
“La atención de emergencia permite el servicio 24 horas. Pero eso no existe en los hospitales generales... Si un paciente tenía una idea suicida, ¿a dónde recurría?”, plantea.

Nuevas acciones

Es así que, desde el 2015, en el marco de la reforma de la atención de la salud mental (Ley N° 29889 aprobada el 2012) se han reorientado los servicios. Ahora ya no se prioriza los grandes hospitales especializados, sino los 31 centros comunitarios que brindan atención a vecinos con trastornos mentales, sin separarlos de su entorno y con la cobertura del Seguro Integral de Salud (SIS).
Este modelo lleva infraestructura y los servicios gratuitos de psicólogos y psiquiatras a las zonas periféricas, donde una cita con un psiquiatra particular supera los cien soles.
El Minsa dice que este año se abrirán otros cien centros.

Atención en VMT 

– ¿Tu hijo come pólvora?
Claudia, 29 años, escucha los comentarios, que otros llaman chistes, desde hace más de dos años. Su hijo corre con menos control que el resto, busca su abrazo cada vez que suena la licuadora y se asusta cuando un avión pasa sobre su cabeza. El niño sufre de un trastorno de conducta, del que su madre se siente responsable. “Tal vez le afectó que me haya separado de mi esposo o que no esté cuando era bebé”.
El pequeño de 3 años recibe atención en el centro de salud mentalcomunitario San Gabriel Alto, de Villa María del Triunfo, el primero implementado en Lima Sur (2015). Allí trabajan tres psiquiatras especialistas en adicciones, niños y adultos, también enfermeras y psicólogos, quienes brindan terapias de lenguaje, ocupacional, tratamientos para trastornos severos, visitas domiciliarias y seguimiento de los casos.
Ellos atienden 200 casos al mes, entre problemas emocionales, como los del hijo de Claudia. También autismo, adicciones, depresión, ansiedad, violencia y esquizofrenia.
Estos últimos, incluso, han sido hallados en las casas, debido a que reciben las alertas de los vecinos. En casos severos, además, hacen el seguimiento y terapias familiares. “La idea es rehabilitarlos para que puedan reinsertarse en la sociedad”, dicen. Allí, la hospitalización es el último recurso.
Para los especialistas, el mejor tratamiento está en los hogares. Pero muchos hogares prefieren seguir en silencio. Las heridas de la mente también deben ser tratadas. La salud mental no es cosa de locos.

En comunidad

Los 31 centros de atención comunitarios funcionan en 8 regiones: Lima (10), Arequipa (6), Moquegua (2), La Libertad (5), Piura (3), Ayacucho (2), Huancavelica (1) Lambayeque (1) y el Callao (1). Lo previsto por el Minsa es que haya un centro de este tipo por cada 100 mil habitantes. “Necesitamos 300 centros comunitarios”, dice Cutipé. En Lima están en los conos.

Las familias violentas provocan problemas de personalidad

La jefa de salud mental de San Gabriel Alto, Denisse Salas, y el psiquiatra Christian Taco explican que las familias disfuncionales, el poco contacto con los padres o las adicciones generan dificultades en la vida adulta de los menores. La falta de tratamiento pueden generar actitudes violentas y problemas de personalidad.
“Las consecuencias luego se convierten en causas al formarse una familia. Es un círculo”.
El psiquiatra Yuri Cutipé explica que, en el mundo, una de cada cuatro víctimas de abuso sexual en la infancia podría sufrir anulación sexual o hipersexualismo si es que no recibe tratamiento adecuado. "Solo en algunos casos podría llevarlos al abuso de adultos a niños".
“Un gran volumen de la población tendría un daño de salud mental a partir de la violencia sexual”.

Cronología

Año violento. Los siguientes casos causaron indignación en la población. Si bien en la mayoría de crímenes se habla de problemas mentales, estos no tienen relación causal con el hecho.
17 de febrero del 2017: Eduardo Romero Naupay (32) asesinó a balazos a 5 personas y dejó grave a 8 en un centro comercial de Independencia. Portaba un arma, pese a sufrir un desequilibrio mental. Lo abatió un policía.
2 de marzo del 2017: El cuerpo del periodista José Yactayo Rodríguez (55) fue hallado dentro de una maleta en Andahuasi, en la provincia limeña de Huaura. Un mes después cayó su asesino, Wilfredo Zamora Carrión (26), en Breña. Este joven descuartizó el cuerpo de su víctima. Según la PNP, presenta frialdad afectiva y muestra poca capacidad de empatía, siendo inestable en el control de sus emociones. Él se encuentra internado en un penal.
27 de octubre del 2017: Shirley Silva Padilla, la ‘Gata' (22), mató al dueño de un chifa porque le sirvió un plato con poco pollo. El mismo día asesinó a un disjockey por piropearla. Su conducta antisocial llamó la atención.
9 de diciembre del 2017: Un policía chocó, se desnudó y golpeó a una suboficial de tránsito que lo detuvo en La Molina. La pareja del capitán Carlos Zuta Vela pidió que se le brinde terapia psicológica. Dice temer que se suicide.
17 de diciembre del 2017: Efraín Osorio Bustillos (51) asesinó a su esposa, sus dos hijos y su nieta en Villa María del Triunfo. Además de estar desesperado por la falta de trabajo, sufría depresión y recibía tratamiento psiquiátrico.
4 de febrero del 2018: César Alva Mendoza (31) secuestró, violó y mató a una niña de 11 años. La interceptó cuando ella salía de un taller vacacional en la comisaría de Canto Rey, en San Juan de Lurigancho.

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