Salud en Casa.- El suicidio es un problema de salud pública debido a su alta mortalidad y morbilidad y por ser la cuarta causa de muerte a nivel mundial. Además de que el suicidio es una de las muertes más prevenibles, ya que se puede realizar una intervención a grandes escalas para psicoeducar sobre el tema a diferencia de otras causas de muerte como el cáncer, que requiere de tratamientos e intervenciones costosas.
“Si bien muchas veces podemos
ver solo el evento detonante que hizo que la persona falleciera por suicidio,
recordemos que esto responde a un cúmulo de factores y eventos que la persona
ha experimentado. Tenemos que tomar en cuenta que las personas se ven afectados
por diversos factores como la predisposición biológica (heredabilidad de
diagnósticos de salud mental y/o físicos), estilo cognitivo y de personalidad
de la persona (falta de herramientas de regulación emocional o recursos de afrontamiento),
factores ambientales (estrés, trauma, violencia sexual, psicológica, física,
etc.), aspectos sociales – culturales (pobreza, discriminación, racismo,
homofobia, falta de atención especializada en salud mental, etc.), entre otros”,
sostuvo Joyce Amado Ramírez, suicidóloga de Sentido, centro peruano de suicidología y
prevención del suicidio.
Indicadores o alertas que nos
permiten estar atentos
De acuerdo con la especialista
, el principal indicador de riesgo es la comunicación suicida concreta (“He
pensado en suicidarme”) o ambigua (“Quisiera dormir y nunca despertar”). Que
una persona te comunique que haya pensado en suicidarse se vuelve más riesgoso
cuando la persona ha tenido intentos suicidas previos o que en la familia haya
antecedentes de fallecimientos por suicidio.
“Muchas personas no comunican
su ideación suicida por el miedo a ser juzgados o invalidados. Por ello es
importante ver señales como cambios en el estado de ánimos (tristeza,
irritabilidad, indiferencia, retraimiento, etc.), emociones exacerbadas,
desesperanza, aislamiento social, apatía hacia la vida, falta de interés en
cosas que antes si generaban placer, cambios notables del sueño, uso o
manipulación de medios potencialmente dañinos (objeto punzo cortantes, armas de
fuego, pastillas, sustancias toxicas, visitas recurrentes a lugares de gran
altura, etc.), necesidad de “finalizar cosas” (testamento, pago de deudas,
etc.) o haber atravesado el suicidio de un ser querido”, precisó.
Según Joyce Amado, en su experiencia el grupo etario que
predominantemente suele llegar a consulta oscila entre 15 a 30 años. Sin
embargo, la edad de los consultantes puede variar entre 8 años a los 60 años.
Es un gran mito pensar que los niños no tienen ideación suicida porque no saben
que es el suicidio.
“Sin embargo, la experiencia
clínica nos demuestra lo contrario. Si bien un niño no puede entender el
concepto de muerte, si puede vivenciar el sufrimiento y querer acabar con ello.
Es el mismo caso de las personas adultas mayores que han lidiado con mucho
sufrimiento y que ya no saben qué hacer que no sea contemplar el suicidio. Por
otro lado, en la adolescencia es donde se ven mayormente muchos factores de
riesgo como trastornos de alimentación, consumo de sustancias, sintomatología
ansiosa depresiva, autolesiones, bullying, entre otros”, indicó.
Para la experta , es
importante normalizar hablar sobre suicidio no solo con respecto al área de
salud mental, sino como un tema que requiere un respaldo de políticas públicas.
Es necesario que se pueda educar sobre el tema sin estigma ni morbo en los
colegios, universidades, trabajos. Hablar de suicidio puede prevenir muchas
muertes por este caso. “Cuando las personas me escuchan hablar del tema tan
abiertamente me cuentan sus acercamientos con respecto al suicidio, las veces
que han visto a un ser querido sufrir de depresión, momentos donde uno se
siente tan agobiado que la muerte parece una opción o que han pasado el
fallecimiento de un ser querido por suicidio”.
“Todos al menos una vez hemos
escuchado o vivido algo con relación al suicidio. Es importante recordar que el
suicidio es netamente sufrimiento, la persona que lo atraviesa realmente no
quiere acabar con su vida, sino con los problemas que son muy agobiantes. El
suicidio es una solución permanente para problemas que pueden ser solucionados
de otras maneras. A veces la terapia es un privilegio, por lo que sugiero siempre
buscar ayuda, ya sea en personas de confianza, en el arte, el deporte, la
religión o espiritualidad”, agregó.
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