viernes, 20 de septiembre de 2024

 

Escrito por: Diego Portillo Tinoco, psicólogo y miembro de Copera Infancia.



Salud en Casa.- Cómo se ha escuchado últimamente, la fusión del Ministerio de la Mujer y del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social, parece ser inminente y sobre la cual desde ambos sectores vienen trabajando. Sin embargo al respecto, no hemos escuchado el sustento técnico de esta fusión ¿por duplicidad de esfuerzos? ¿por ahorrar dinero al Estado? Sobre ello no tenemos claridad, lo único de lo que estamos seguros, es que está medida generará un retroceso en la atención de los derechos de las mujeres, la atención a la población más vulnerable, además de dificultades en la gestión pública, no generando ningún “ahorro al Estado”. A continuación analizaremos algunas consecuencias:

En primer lugar, se producirá un desenfoque de prioridades ya que la eventual fusión podría llevar a que los temas de género se conviertan en una parte secundaria dentro de una agenda más amplia, en lugar de recibir atención con enfoque especializados, invisibilizando los derechos de las mujeres

En segundo lugar, la reducción de visibilidad de las problemáticas y necesidades de las mujeres. Esto podría afectar la capacidad de generar políticas efectivas y medidas concretas para abordar las desigualdades de género. Un ministerio dedicado de manera exclusiva a la mujer es necesario porque asegurará mayor visibilidad y políticas específicas. Esto, en un país, donde un 39,8% de personas fueron afectadas por violencia contra las mujeres alguna vez en el 2019 y donde el CEM atendió más de 166 mil casos de violencia contra las mujeres en el 2023.

En tercer lugar, existe un latente riesgo de ineficiencia. Si de por sí, la atención a los casos de violencia de la mujer no es exitosa y escalable, la fusión puede llevar a una sobrecarga administrativa y a una falta de especialización en temas específicos de género. Por consiguiente, una gestión menos efectiva y falta de respuestas rápidas y adecuadas a las problemáticas que enfrentan las mujeres.

En cuarto lugar, en términos de gestión, también puede darse una confusión de mandatos. Las responsabilidades y mandatos de ambos ministerios podrían ser confusos, especialmente si no se definen claramente los roles y funciones post-fusión. Asunto que no es un detalle menor, si partimos del hecho que las instituciones la conforman las personas, y su éxito depende, en gran medida, de la capacidad de diálogo y coordinación.

Así mismo, hay algunas serias implicancias que deben considerarse. Por ejemplo, la fusión requerirá de una revisión y adaptación de las políticas existentes para asegurar que las necesidades de género no se vean comprometidas, ya que es necesario garantizar su priorización. Un ministerio dedicado exclusivamente a la mujer suele tener un enfoque más claro y especializado en garantizar los derechos de las mujeres y luchar contra la violencia de género, lo cual podría perderse en una estructura fusionada afectando la representación y la abogacía.

Incluso puede afectar la coordinación interministerial. La coordinación con otras entidades gubernamentales podría volverse más compleja. La coordinación efectiva entre las políticas de inclusión social y las de género sería crucial para evitar la superposición y la falta de coherencia en las acciones. Finalmente, la evaluación y seguimiento será más difícil. La fusión requerirá una evaluación cuidadosa de los impactos en la implementación y seguimiento de políticas. Es esencial monitorear cómo la fusión afecta los resultados y ajustar las estrategias según sea necesario para asegurar que los objetivos de inclusión y equidad de género se sigan cumpliendo, y esto no es tarea fácil.

En conclusión, la fusión conlleva riesgos significativos que deberían ser cuidadosamente gestionados para no comprometer los avances en igualdad de género y derechos de las mujeres, lo cual representa un reto en términos del manejo político actual. 

 

 

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