En algunos casos, como parece ser este de Sheyla, el
agresor puede haber tenido antecedentes de abuso sexual o conductas violentas
hacia otras mujeres, lo que indica un patrón de abuso acumulado que puede
escalar a actos de extrema violencia.
Salud en Casa.- Desde una perspectiva psicológica y profesional, el análisis de estos casos de violencia extrema, como el feminicidio de Sheyla Condor, puede abordarse desde varias dimensiones, como la psicopatología del agresor, los problemas estructurales y culturales que facilitan la violencia de género, y el impacto psicológico en las víctimas y la sociedad.
“Desde una perspectiva
psicológica, el comportamiento de un agresor que es capaz de cometer un acto
tan brutal como un feminicidio seguido de descuartizamiento puede estar
vinculado a trastornos de personalidad, patologías profundas, y un historial de
violencia o abuso. Estos individuos a menudo tienen características de
trastornos como el trastorno de personalidad antisocial o trastorno narcisista,
donde hay una falta de empatía, remordimiento o conciencia moral”, sostuvo la
psicóloga Rosa Tenazoa del Portal Salud en Casa.
De acuerdo a la especialista ,
además, en muchos casos, el agresor ha internalizado conductas violentas desde
su entorno familiar o social, y podría haber experimentado una normalización de
la violencia, o incluso una deshumanización de las víctimas. Los asesinos
violentos de este tipo suelen ver a la mujer como un objeto, no como un ser
humano con derechos y dignidad, lo que facilita la justificación de sus actos. “En
algunos casos, como parece ser este de Sheyla, el agresor puede haber tenido
antecedentes de abuso sexual o conductas violentas hacia otras mujeres, lo que
indica un patrón de abuso acumulado que puede escalar a actos de extrema
violencia. La patología sexual y la historia de abuso son factores que, en
ciertos casos, contribuyen a la escalada de la violencia”, sostuvo.
Efectivos policiales
mantiene una mentalidad machista al momento de tomar una denuncia de una mujer.
Según Rosa Tenazoa, la
mentalidad machista en muchos efectivos policiales, al igual que en muchos
sectores de la sociedad, está profundamente enraizada en una cultura patriarcal
que ha normalizado la desigualdad de género y la violencia contra las mujeres.
Esto se refleja en actitudes despectivas, desinterés o minimización de las
denuncias de mujeres, especialmente cuando estas se relacionan con violencia
doméstica, acoso o feminicidio.
“Desde el punto de vista
psicológico y social, los estereotipos de género afectan la forma en que se
interpretan las denuncias. Si una mujer llega a la policía con una denuncia de
violencia o abuso, en muchos casos se la ve como provocadora o excesiva, descalificando
su experiencia. Además, la formación y educación de muchos policías no siempre
incluye una capacitación adecuada sobre violencia de género y el trato con
víctimas vulnerables, lo que agrava esta situación”, indica.
Aumenta el problema
psicológico en los peruanos.
Para la psicoterapeuta Rosa Tenazoa
en las últimas décadas, el aumento de los problemas psicológicos en la
población peruana es notorio, y es un fenómeno global que afecta a muchas
naciones. En el caso de Perú, varios factores contribuyen a esta tendencia,
incluyendo el estrés social, económico y político, la inseguridad y los traumas
colectivos derivados de décadas de violencia política y social.
“A nivel psicológico, se ha
observado un aumento de trastornos como la depresión, ansiedad, y el estrés
postraumático, especialmente en personas que han sido víctimas de violencia
directa, como los sobrevivientes de feminicidios, el abuso sexual, o la violencia
doméstica. También hay un aumento de las adicciones, trastornos de conducta
alimentaria y una creciente baja autoestima entre las personas, exacerbada por
las redes sociales y la presión social. Uno de los mayores desafíos es la
normalización del sufrimiento, donde muchas personas no buscan ayuda porque no
reconocen que están padeciendo trastornos psicológicos, lo que impide una
intervención temprana”.
Situación de las
mujeres en el Perú, que son acosadas, violentadas o sobrevivientes de ataques.
“Ante esta situación las
mujeres en Perú que son víctimas de acoso, violencia o feminicidio se enfrentan
a múltiples desafíos psicológicos y sociales. En muchos casos, las víctimas
viven con trauma crónico y miedo constante, especialmente en contextos de
violencia doméstica. El impacto emocional de ser acosada o violentada puede ser
devastador y generar ansiedad, depresión, trastornos de estrés postraumático
(TEPT), y en algunos casos, incluso pensamientos suicidas”, sostiene Rosa Tenazoa.
“Además, las víctimas a menudo
sufren el aislamiento social y la culpabilización, especialmente si las
instituciones no responden adecuadamente. En muchos casos, los sistemas de
apoyo no son suficientes o carecen de la capacitación necesaria para lidiar con
las víctimas de violencia de género de forma sensible y efectiva. El desinterés
o la revictimización por parte de algunas autoridades (como los policías) solo
agravan esta situación”.
Lamentablemente la psicóloga sostiene
que el acoso sexual y las agresiones físicas son experiencias comunes para
muchas mujeres, que se ven obligadas a vivir con el miedo constante de ser
atacadas. Las mujeres en situación de vulnerabilidad (por ejemplo, las que
provienen de comunidades rurales, las migrantes, o las de clases sociales más
bajas) son aún más propensas a sufrir violencia y a no tener acceso a una
justicia efectiva.
“Desde el punto de vista
psicológico, el empoderamiento y la reparación emocional son fundamentales para
ayudar a las mujeres sobrevivientes a superar el trauma, pero este proceso a
menudo está dificultado por la falta de recursos y el sistema judicial ineficaz”.
“En resumen, los casos de
feminicidio, violencia y acoso son reflejo de una profunda crisis social y
cultural que afecta a las mujeres en Perú, y la respuesta de las instituciones
y el tratamiento psicológico adecuado siguen siendo áreas en las que es urgente
mejorar. Las mujeres, especialmente aquellas que han sufrido violencia,
requieren un entorno de apoyo integral, que no solo aborde el crimen, sino
también los efectos psicológicos y emocionales que les deja”, agregó.
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