martes, 30 de agosto de 2016

Perfil del atacante. Tanto la víctima como el victimario carecen de afecto, pero el nivel de poder que tiene uno sobre el otro lo define como tal. Aunque en un inicio se muestra amoroso y correcto, con el paso del tiempo se convierte en un “monstruo”.
Por: Adriana Mayo
Diario La República.- Para conocer el perfil de un agresor es necesario comprender que no existe atacante si no hay una víctima. Se trata de un binomio que se complementa a la perfección y que comparte mucho más que una relación de amor y odio.

Ambos han crecido carentes de afecto familiar, con mucho miedo e inseguridad. Pero pese a que tienen la misma esencia, solo uno agrede y el otro tiende a someterse.
¿Qué define su rol? El nivel de poder que tiene sobre su pareja. De acuerdo con el psiquiatra Humberto Castillo Martell, director del Instituto Nacional de Salud Mental Honorio Delgado, una persona golpea a su enamorada, novia o esposa cuando a lo largo del amorío establece su posición autoritaria.
"Cuando calcula que él tiene más poder que el otro transforma su miedo en cólera y agrede. Es decir, se vuelve víctima frente al que tiene más poder y agresor ante el que no lo tiene", detalla el especialista.
Para la psicoterapeuta Carmen González existen varios tipos de agresores de acuerdo con la intensidad del ataque. Los más peligrosos son el psicópata cotidiano y el que llega a matar a su pareja.
Mientras que el primero destruye con sus palabras y cosifica a su par; el otro golpea muchas veces hasta matar.
Si bien ambos son agresivos en casa, fuera de ella son otras personas. Por esta razón resulta difícil de creer que el compañero de trabajo, amigo o vecino es un victimario, ya que ante la sociedad se comporta como una persona tranquila, sumisa y hasta ejemplar.
"La inseguridad es clave para identificar a un agresor. Es habitual que en la oficina esa persona haga caso a todo y hable bajito para no enojar a nadie, ya que la relación de poder le desfavorece. Por eso es importante estar al tanto de quién se enoja más de la cuenta, se asusta, se arrepiente y hasta llora", añade el psiquiatra Castillo Martell.
Si bien todos los seres humanos somos potenciales agresores, algunas personas activan este mecanismo de respuesta –utilizado en situaciones adversas– ante sucesos que no lo ameritan, ya que no tienen capacidad de resolver conflictos. Su única respuesta es la agresión.

Idealizan a la pareja

Tanto el agresor como la agredida son individuos cuya infancia se vio marcada por la carencia de afecto. La desvinculación de los primeros cuidadores genera la inseguridad, miedo y cólera que desfoga ante las personas que tienen menos poder.
"Todo lo que la mujer no tuvo con el padre o madre lo fantasea, lo mismo sucede con el varón", explica Castillo.
Por esta razón, la víctima considera a bien que su pareja la sobreproteja, la cele o que tenga dominio sobre su persona, ya que su padre no tuvo estas atenciones; mientras que el hombre buscará a una mujer que lo engría, lo cuide y que sea solo para él. Ambos idealizan a un ser protector, pero ninguno tiene esta capacidad.
"He observado que muchas mujeres que no tuvieron padres, cuando se enamoran por primera vez, sienten que son primeras para alguien y por eso toleran todo, mientras que los varones tienen mucha rabia contra la madre y la trasladan a la mujer. Otro grupo se identifica con el padre agresor", señala González.

Del amor al odio

Y aunque una relación empieza siempre con afecto y con unas ganas recíprocas de aproximarse al otro, en este binomio particular, con el paso del tiempo, el vínculo paritario mostrado en un inicio se transforma en dominación.
Sin embargo, esto no se da de la noche a la mañana. Hay un ciclo que se repite y que poco a poco lleva al sometimiento de la pareja. Por eso cuando una persona golpea a la otra, la arrastra o la jala de los pelos es porque antes hubo un proceso largo de dominación.
"Hay una progresividad que es importante. Esta persona insulta y se arrepiente; luego empuja y se retracta, incluso otorga poder a la víctima, pero luego le jala de los cabellos y se vuelve a arrepentir. Si una persona es agredida y perdona a su atacante, está dando pie a una siguiente etapa mucho más fuerte, que puede acabar incluso hasta con su vida", reflexiona Castillo Martell.
Claves
  • Puede cambiar. El agresor puede cambiar si recibe tratamiento, aprende a controlar sus emociones, fortalece su lado racional y se entrena en solución de conflictos.
  • Cadena. Existe un enfoque sistémico de la violencia. El hombre que logra más poder maltrata a la mujer, esta maltrata a los hijos, el menor maltratado en una casa va al colegio y agrede al más asustadizo o débil. 

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