miércoles, 12 de abril de 2017

Por : Carla García 

Diario La República.- Si estás en el cine y de pronto en pantalla dos personas del mismo sexo se acercan, se besan y tú, aprovechando que la luz está apagada y que no tienes que ser progre porque nadie te está mirando, sueltas un gritito o un ay o te ríes en grupo, no llames a esa actitud nervios, llámale homofobia.

Si estamos hablando de un horrendo asesinato que involucra el descuartizamiento e incineración de un ser humano y todo lo que quieres saber es si la víctima era heterosexual u homosexual “para hacerte una idea de los motivos del crimen”, no le llames curiosidad, llámale homofobia.
Si cada vez que el proyecto del matrimonio igualitario está por debatirse, tú requintas porque hay asuntos más importantes que los derechos de un colectivo enorme de personas cuyas familias debería reconocer la ley, pero en cualquier otro momento te vale un cuerno en qué orden se debaten las iniciativas en el congreso, no le llames priorización de temas, llámale homofobia.
Si tienes un gay o una lesbiana en tu vida y le tienes cariño, pero sutilmente le pides que no se presente en tu fiesta con su pareja porque “se perdona el pecado pero no el escándalo” no le llames discreción, llámale homofobia.
Si crees que la ley en la que se consignaba la orientación sexual como un agravante en la lista de crímenes de odio fue modificada para sacar de ahí a los LGTBI porque “hay que presentarla mejor y debatirla”, no le llames orden, llámale homofobia.
Llamemos a las cosas como son, basta de hipocresía.

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