martes, 4 de octubre de 2022

 Las preparaciones espesas poseen una alta densidad energética, indispensable para su desarrollo entre los 6 y 12 meses. Al prepararlas con diversos alimentos, de variadas texturas y sabores, se facilita su transición hacia las comidas que les alimentarán, a partir de su primer año de vida. 



Salud e
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 Casa.- La lactancia materna exclusiva, qué duda cabe, es la mejor manera de asegurar una adecuada nutrición y salud de las niñas y niños durante sus primeros seis meses de vida. No obstante, a partir de esa edad, es importante iniciar su alimentación suplementaria, ofreciéndoles preparaciones variadas que les aporten más nutrientes y energía, indispensables para su desarrollo integral. En ese sentido, el Programa Nacional Cuna Más del Ministerio de Desarrollo e Inclusión Social (Midis) recomienda iniciarles en este proceso con comidas de consistencia espesa como mazamorras, papillas o purés, y luego – conforme superan el primer año de vida – introducirlos poco a poco en el consumo de alimentos triturados o picados afines con la olla familiar. 

 

Una de las razones por las que se aconseja iniciar la alimentación suplementaria con comidas de consistencia espesa es la alta densidad energética y nutritiva de las mismas: con unas pocas cantidades de papilla, puré o mazamorra, las niñas y niños entre los 6 y 12 meses de edad podrán recibir la cantidad suficiente de nutrientes que requieren en el día. Además, también se beneficia su sentido del gusto, ya que al probar diferentes texturas y sabores irá aprendiendo poco a poco sobre las diferentes experiencias de la alimentación.  

 

“Para la preparación de mazamorras, papillas y purés para niñas y niños debemos considerar cereales, leguminosas, tubérculos, frutas y verduras típicas de las regiones donde nos encontremos, así como algún alimento de origen animal rico en hierro, como la sangrecita, hígado, bazo, carnes rojas o pescados de color oscuro, que recomendamos servirles aplastados con un tenedor”, informó Lourdes Sevilla Carnero, directora ejecutiva de Cuna Más, quien destacó la variedad de acompañamientos que permiten los preparados espesos, frente a otros menos consistentes como los caldos y las sopas. 

 

Claves en la transición: servir los alimentos aplastados, triturados o picados 

Mediante su programa digital Cocinando con Cuna Más, disponible de manera gratuita en las redes sociales institucionales, el programa social también recomienda a las madres, padres y cuidadores principales de niñas y niños menores de 36 meses ir exponiéndoles progresivamente a diferentes texturas y consistencias de los alimentos con los que complementarán a la lecha materna. 

 

“Cuando la niña o niño comienza a recibir alimentos se le abre un mundo de nuevas experiencias, descubre olores, sabores, colores y texturas que le agradarán y que probablemente se conviertan en sus favoritas conforme crezca. Por ello, es muy importante exponerles a alimentos variados, pero saludables, como las verduras. Cuanta más variedad coman en esta etapa, mejor será su aceptación y se fortalecerán sus habilidades motoras, como la masticación”, explica la directora ejecutiva.  

 

Por ejemplo, si nuestra niña o niño en casa tiene entre 6 y 8 meses de edad, se le puede brindar mazamorras, papillas o purés que, al momento de ser servidos, son aplastados con un tenedor. Si tienen de 9 a 11 meses, se les puede brindar alimentos, sobre todo, segundos, triturados con un tenedor o picados finamente. “Y a partir de los 12 meses, los alimentos que podemos servirles a nuestras niñas y niños pueden salir de la olla familiar, procurando que no tengan mucha sal, azúcar ni potenciadores artificiales del sabor. De igual manera, se debe cuidar de no exponerlos a alimentos que podrían causar atragantamientos, como el maní, las aceitunas, entre otros”, agrega Sevilla Carnero. 

 

De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), seguir estas prácticas asegura una exitosa transición de las niñas y niños hacia el consumo de alimentos sólidos, pues pasarán de un puré suave (aplastado) a preparaciones grumosas (trituradas), luego a alimentos sólidos blancos (picados) hasta finalmente comer lo mismo que los demás integrantes de la familia.  

 

Otro aspecto que no se debe subestimar en la alimentación suplementaria de las y los menores de 36 meses de edad es el número de comidas a lo largo del día. Al respecto, el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef, por sus siglas en inglés) recomienda establecer una rutina para las comidas de las niñas y niños, destacando que, a partir de los ocho meses, son necesarias dos comidas principales al día, como un almuerzo y una cena, y de uno a dos refrigerios, que progresivamente se irán convirtiendo en un desayuno o merienda. De esta manera, para cuando las niñas y niños superen los 12 meses de edad, ya tendrán establecidos momentos específicos de alimentación, conforme con las dinámicas familiares. 

 



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