sábado, 9 de mayo de 2020

Ana María Sanz, obstetra del hospital María Auxiliadora, nos dice que esta fecha vivirá el día más largo de su vida.


Por Cecilia Fernández

Agencia Andina.-
En este Día de la Madre, seguramente pienses en la inusual forma en que este año lo recibe en medio de un aislamiento social propio de una pandemia. Comentará o posteará en sus redes sociales, quizá, que esta vez no habrá regalos ni festejos; tampoco el cálido abrazo ni la reunión de rigor para compartir. Pero lo que sí le garantizamos es que habrá una madre que enfrenta esta lucha en primera línea desde el rol que le tocó en esta emergencia sanitaria.


Una madre que, junto a los profesionales de la salud, aislada de los suyos; solo estará abrazada a sus mejores recuerdos y aferrada a la esperanza de un reencuentro que aún no tiene fecha en su calendario.

Ese será el Día de la Madre para Ana María Sanz Ramírez, obstetra de profesión, mamá y abuela, quien vivirá esta fecha “completamente sola”. Su voz, al otro lado del hilo telefónico, nos lapida con esa frase que intenta mostrar firmeza, pero a la vez se oye resignada… “las horas se harán más largas ese día”, confiesa ya desarmada. 


Es que esta fecha golpea doblemente a mujeres que, como ella, son la fuerza de primera línea en esta guerra contra el enemigo invisible y que a diario exponen no solo su vida, sino la tranquilidad de los suyos para asistir a quien lo necesita.

Vida que da vida


Paradójicamente, en esta batalla, Ana María trae vida al mundo día a día. Ella es la voz y los brazos de cientos de parturientas que hoy gestan no solo a un ser, sino una gran cuota de miedo y que, a la hora de la hora, solo la tienen a ella junto a su equipo en sala para dar a luz al tesoro más preciado de sus vidas.

“Hoy por hoy es un sentimiento encontrado estar presente en el milagro de la vida. Normalmente el nacimiento es una alegría, pero hoy, en medio de esta emergencia sanitaria, sabes que al lado en trauma shock también en ese momento hay alguien muriendo”, relata sobre las lecciones que esta pandemia están dejando en ella.


Y es que pese a que lleva más de dos décadas ejerciendo la carrera que ama, esta vez la cercanía de esta fecha hace dudar a esta mujer, de 53 años, sobre si hubiera sido mejor estar de guardia mañana domingo en el hospital María Auxiliadora.

“Las horas se harán más largas. Estaré esperando el saludo de mi hija, de mi nieta, pero esta fecha también me hace recordar que, en algún momento, fui hija. Entonces el pensar en mi madre es inevitable, saber que se fue muy pronto, con tantos sueños. Recordar lo mucho que compartía conmigo… es duro porque la soledad te lleva a evocar tanto”, relata con melancolía.



Los momentos robados

La pandemia, sin duda, le ha robado a Ana María los momentos más bellos que da la vida a quienes tienen nietos; como ella con su adoración que lleva por nombre Micaela o Micaelita, como le dice, quien la ha llenado de renovadas ilusiones y cuya ausencia la entristece, pero a la vez la motiva a diario como potente combustible.

Sin embargo, Ana María sabe que cada día que acaba es un día robado junto a los que ama, le preguntamos si es que siente que esta emergencia sanitaria la priva de experiencias irrepetibles “creo que sí, el tiempo pasa muy rápido y no perdona como bien dicen ¿no? Me pierdo de mi nieta esa etapa llena de esas picardías, juegos y momentos amorosos que me llenan tanto, de mi hija. Nos vemos por videollamada, pero la fuerza de un abrazo que lo dice todo, nunca podrá ser reemplazado por una mirada a través del computador; no es lo mismo”.


Ese amor contenido hace que el único deseo cada noche para Ana María sea “no contagiarme para no causarle a mi hija ninguna preocupación, me aislaría y creo que no se lo diría en caso fuera positiva”, sentencia categórica con la fuerza de la decisión ya tomada.

Y es que en estos tiempos de pandemia, y más aún con lo expuesta que esta profesional de la salud se encuentra, cualquier sintomatología despierta sospechas, “un día me sentí mal por una alergia, pero en ese momento me dije: de repente tengo la enfermedad. Me puse a escribir en mi computadora todas mis claves, llamé a mi hermana y le dije por si acaso aquí está todo… mi hermana me dijo: ¡estás loca!, no te va a pasar nada, pero siempre hay esa duda”, reflexiona Ana María durante nuestra prolongada conversación. 

Pero esas evocaciones del abrazo que ya no está se difuminan cada mañana de guardia, cuando ella sale a buscar la forma cómo llegar al hospital donde trabaja. Primero subida en un bus y luego empalmando esa travesía en el tren eléctrico para llegar “siempre puntual”, acota porque para ella la responsabilidad de trabajo bien realizado es lo primero.  Esa es una rutina que repite 24 horas después que culmina cada guardia; algo que incluso la ha hecho pedir ayuda a un patrullero para que la acerque a su casa.


Toda una guerrera


En la cancha, Ana María se transforma y piensa antes que nada en la responsabilidad que le ha tocado en esta difícil situación de salud siempre a cabalidad “cumplir con tu trabajo y realizar las labores para las cuales tú has sido formada. En el camino voy pensando, con temor, si habrá pacientes a los que no se les puede hacer la prueba rápida. Genera ansiedad, en los trabajos de parto, en muchas ocasiones, las mujeres lloran; se sacan la mascarilla para respirar, vomitar. Todas esas cosas te pueden de una forma, contagiar”.

Luego vienen las largas horas a la espera para conocer los resultados de esas pacientes y sus bebés, “ya en mi casa espero el mensaje, donde pueden decirte que esa madre que atendiste es positiva; esa espera te genera un poco de malestar, ansiedad. Te proyectas a que tomarás mucho tiempo más para encontrarte con tu familia. Yo no veo ni a mi hija ni a mi nieta desde el 9 de marzo”.


Hoy en el día 56 de cuarentena, esta peruana que es el ángel de las parturientas abraza la vida para sí y su propósito hoy por hoy es protegerse al máximo y aislarse de los suyos para luego reencontrarse en ese abrazo que imaginamos será prolongado, “me he aislado voluntariamente para evitar llevar la enfermedad a la casa de quienes amo. Hoy trato de llevar una vida tranquila, saludable, dentro de lo posible, para robarle a la vida lo más valioso: el tiempo”.

Sin embargo, la fortaleza de la que hace gala se quiebra muchas veces en sala de parto, pese a los años de experiencia, por el acecho del COVID-19, “lo que te conmueve es tener a la mujer aislada con su bebé con familiares con miedo a enfermar, sin poder ni acercarse, eso es muy penoso en este contexto de la pandemia”.

Enfrentando a la muerte


No en vano, para Ana María uno de sus mayores temores es caer en batalla, en medio de esta guerra contra el enemigo invisible, “creo que a mi edad no me siento preparada para pensar en la muerte. Por eso me cuido, pero es algo que igual puede suceder. Nosotros estamos en riesgo ya que permanecemos dentro de un hospital”.

Pero pese a todos estos riesgos y retos, Ana María asegura que elegiría esta noble profesión una y mil veces apenas se lo preguntamos, “claro que volvería a hacerlo, es una carrera que me ha dado muchas satisfacciones. El reto, lo bonito, para mí, es la parte asistencial y eso a su vez complementarlo con la docencia es lo que me apasiona”. 

Aunque su labor hoy por hoy conlleva un sacrificio que nadie hubiera esperado, Ana María espera que este domingo todos demos el ejemplo y le regalemos a las madres algo que está al alcance de todos y cada uno de los peruanos: distanciamiento social.

“Si hemos esperado meses, un día más créanme que sí puede hacer la diferencia. Hijos la mejor forma de demostrar amor a sus madres es cuidándolas y nosotras cuidando a nuestros hijos.  Recordemos que cada día representa una celebración y que el amor siempre es en vida porque una vez muerto todo se pierde”, sentencia una madre que lucha día a día contra la muerte.


Regalémosle, entonces a ella, la posibilidad de que pueda reencontrarse en un tiempo no muy lejano con sus dos amores en la vida: su hija y su nieta. Honremos ese sacrificio y esa entrega que ella a diario le entrega al Perú en esta emergencia sanitaria. ¡Feliz día Ana María!

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