Escrito por: Diego
Portillo, psicólogo y miembro de Copera Infancia.
Salud en Casa.- Ante la actual situación de criminalidad y extorsión en Lima Metropolitana, nos preguntamos ¿qué pasa con las niñas y niños?, ¿en qué lugar queda el derecho y bienestar de la infancia? Hace poco un post en redes sociales decía: sales de casa, paras a comprar en la bodega extorsionada y luego tomas un bus extorsionado, en el trabajo recibes a un proveedor extorsionado, almuerzas en un restaurante extorsionado y regresas a casa en otro bus extorsionado. En resumidas cuentas, vives el día a día de la criminalidad y violencia.
Esta situación afecta de
sobremanera a la ciudadanía en general, generando ansiedad y zozobra al no
saber que pasará, entonces tendremos adultos con altos niveles de ansiedad y
estrés ante la situación que se vive. Sin embargo, nadie está viendo el impacto
que esta situación genera en la primera infancia, afectando directa e
indirectamente el desarrollo físico, emocional y cognitivo de las niñas y
niños. El incremento de robos, extorsiones y el accionar de bandas
delicuenciales organizadas, genera un ambiente de inseguridad para las familias;
restringiendo la movilidad de las niñas y niños, y su acceso a espacios seguros
para jugar, aprender y socializar, lo que es crucial para su desarrollo
integral.
Existe, también, una creciente
exposición a la violencia. Las niñas y niños que crecen en entornos donde la
violencia es frecuente, tanto en las calles como en el hogar, tendrán problemas
en su desarrollo socioemocional y estos dejar traumas que afecten su salud
mental a largo plazo. La exposición repetida a actos violentos puede generar
estrés tóxico, que impacta negativamente en el desarrollo neurológico y
emocional, aumentando los riesgos de ansiedad, depresión y dificultades de
aprendizaje desde la infancia.
El clima de inseguridad y violencia
ya está afectando el acceso a servicios esenciales, muchos de los cuales se ven
interrumpidos. Un ejemplo claro, ha sido los hechos ocurridos en escuelas
públicas (muerte de un docente, desactivación de una granada, entre otros);
limitaron las actividades educativas, siendo la respuesta del sector la cancelación
de la presencialidad y virtualizar la clase, lo que perjudica el acceso de las
niñas y niños a una educación adecuada, incluso muchos cuidadores deciden no
enviar a clases a sus hijos, al ver que no existen garantías mínimas de seguridad.
Ante estos hechos, es preciso
anotar que ante el aumento de la vulnerabilidad social, son las niñas y niños
los que corren un mayor riesgo de ser víctimas de violencia, abuso o
explotación. La falta de seguridad hace que los mecanismos de protección
infantil se debiliten, incrementando las diferentes formas de violencia.
Desde Copera, llamamos la
atención respecfo a los efectos de la criminalidad sobre la primera infancia y
a respetar el compromiso consistente con el bienestar de las niñas y niños, a
través de mecanismos que aborden de manera estructural la violencia, la
inseguridad y la criminalidad en las comunidades. También es oportuno enfatizar
en el fortalecimiento de los sistemas de protección y atención
de la salud mental de las niñas, niños y sus familias, a fin de mitigar los
impactos negativos en su desarrollo. Desde esta tribuna hago un llamado a la
acción, poniendo por delante las necesidades del ciudadano y la seguridad
ciudadana para reducir la violencia y generar espacios que contribuyan al
desarrollo integral de las familias.
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