Julio Díaz Pinillos, Médico fertilista. Jefe 
del Centro de Reproducción Humana Nacer. 
Maritza Espinoza.
El INVO es un in vitro. Se hace la estimulación hormonal en la mujer, viene 
su menstruación, se le da hormonas por 10 días, se controla los folículos con 
ecografías y, cuando están listos, se aspiran los óvulos y el marido da su 
semen. Hasta allí los procedimientos son iguales
¿Dónde viene la diferencia…?
En el in vitro normal, óvulo y espermatozoides se van a un laboratorio muy 
sofisticado y ahí permanecen tres días, se fecundan y se desarrollan los 
embriones. Allí, la mujer regresa al centro y se le coloca el embrión. En el 
INVO, óvulos y esperma van a esta cápsula (muestra algo parecido a un pimentero 
pequeño).
¿Esto tan grande va en la mujer?
Sí. Se coloca adentro y ahí se queda tres días, hasta que ya se forma el 
embrión. Cuando la cápsula se retira de la vagina, se extraen los embriones de 
tres días de vida y se implantan en el útero.
¿O sea este es un bebé probeta, pero dentro de la madre?
Exacto. Le das al embrión las mismas condiciones, pero naturalmente. Lo que 
tienes en un laboratorio, lo tienes acá, porque la mujer produce exactamente las 
mismas condiciones.
Los opositores a la manipulación de embriones cuestionan el in vitro.
Los opositores a la manipulación de embriones cuestionan el in vitro.
¿Este método hace una diferencia?  
No, es igual.  Pero no se manipula el embrión, sino un óvulo y el 
esperma.
¿Se descartan más o menos embriones que en un in vitro?
No descartamos. El objetivo es trabajar máximo con cinco, seis óvulos. De 
cinco a seis que coloco, al tercer día me van a quedar dos o tres embriones.
¿Y no sobran embriones?
Puede ser.  En ese caso se congelan, porque el INVO no es un cien por cien 
seguro a cada intento. Si a una mujer le saco los óvulos, fecunda y tengo cinco 
embriones, no los puedo usar todos de forma alguna. Máximo transfiero dos, para 
evitar embarazos múltiples.
¿Y los sobrantes?
Los otros embriones los ponemos a congelar, ya sea por si el primer 
procedimiento no dio resultado y, así, la mujer ya no tiene que pasar por el 
procedimiento de inyecciones y de aspiración de óvulos. El inconveniente viene 
si se le transfieren dos embriones y quedan cuatro para congelar, ella sale 
embarazada de mellizos y no quiere más hijos. Yo no puedo descartarlos ni 
destruirlos.
Por el tema ético...
Exacto. Los tengo que tener congelados y se puede complicar más si la pareja 
se separa. Y nos ha pasado. La mujer dice: vengo por los embriones, y el marido 
dice: yo no autorizo.  Es un verdadero dolor de cabeza.
Muchas parejas dicen necesitar  un hijo. ¿Cómo evalúa usted si es 
así?
Pongo entre comillas eso de la necesidad de tener hijos. Porque, a veces, el 
hijo es el resultado de una relación normal, pero otras veces se convierte en 
una necesidad por presiones sociales...
O para salvar un matrimonio.
Exactamente. A mí me ha pasado. El otro día, seis de la mañana, me llama una 
paciente de Tarapoto y me dice: doctor, hágame el in vitro porque mi esposo me 
ha dicho que si no le doy el hijo me abandona.
Pero esa persona piensa utilizar a un hijo para un fin propio. 
 
Exacto. Todo procedimiento de fertilidad debe ir acompañado de un análisis 
psicológico. En el centro, todas las parejas que van son evaluadas por un 
psicólogo y a veces vemos que hay gente que no está en condiciones y ahí viene 
el lado difícil de decirle a la pareja que no.  
La gente tiene hijos por diferentes motivos. ¿Cuál es la razón 
correcta, desde la perspectiva de un fertilista?
Yo pienso que la razón  es que la pareja desee tener un hijo, como cualquier 
otra, lo intente y no lo logre. Pero que no tenga ninguna presión. Y eso se 
puede ver y allí tú tienes que ayudarlos.  Es diferente a aquella pareja que 
viene y que dice algo tan frívolo como: ¿sabe qué? Tengo que salvar mi 
matrimonio. El hijo no es un instrumento.
Tampoco una mascota…
Tampoco una mascota…
Claro. Hay una señora de 55 años que no para de buscarme y decirme: quiero 
tener un hijo, porque me siento sola, doctor…   
Que se compre un perro, pues.
Exacto (risas).  Yo le digo: ¿tú has pensado que cuando tu hijo tenga 15 
años, de repente, no tenga madre? Tú, por no estar sola, estás exponiendo a un 
niño a ser huérfano. Ahí sí soy bien claro y le digo: no te voy a ayudar. El 
hijo debe tener todas las condiciones, nazca por in vitro o naturalmente.  
Hay gente que cuando deja el tratamiento logra 
embarazarse.
A muchas parejas les hacemos la fecundación in vitro una vez, dos veces, y 
después dicen: voy a descansar seis meses. Se van de viaje y salen embarazadas. 
Es que todo esto tiene que ver con el sistema neuroendocrino, que actúa en las 
hormonas y, por tanto, en la ovulación.  
Una buena segunda luna de miel puede ser más eficaz que un in 
vitro?
Sí.  Hay un 25% de los casos que no sabemos a qué se deben. Hacemos estudios 
a las trompas, al ovario, útero, esperma y todo está normal y no se da el 
embarazo. Hacemos un procedimiento, dos, y nada.  De repente, viajaron, tuvieron 
una buena luna de miel, mucho amor, mucho champagne y vino, y el embarazo se 
da.
 
LA FICHA
Estudié en París, en los 80, con René Frydman, pionero de la fecundación in 
vitro. También conocí al biólogo Claude Renoux, inventor de la cápsula de 
fertilización INVO. Después me vine para acá y perdí el contacto con ellos. Lo 
retomé unos años después, y traje el método al Perú. Ahora lo aplicamos en el 
Hospital de la Solidaridad y en Nacer, donde ya hemos logrado 200 nacimientos, 
entre ellos, 30 mellizos y dos trillizos.
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