miércoles, 5 de junio de 2013

Julio Díaz Pinillos, Médico fertilista. Jefe del Centro de Reproducción Humana Nacer.
Maritza Espinoza.

¿Qué ventaja tiene el método INVO de fertilidad sobre el método in vitro?   
El INVO es un in vitro. Se hace la estimulación hormonal en la mujer, viene su menstruación, se le da hormonas por 10 días, se controla los folículos con ecografías y, cuando están listos, se aspiran los óvulos y el marido da su semen. Hasta allí los procedimientos son iguales
¿Dónde viene la diferencia…?
En el in vitro normal, óvulo y espermatozoides se van a un laboratorio muy sofisticado y ahí permanecen tres días, se fecundan y se desarrollan los embriones. Allí, la mujer regresa al centro y se le coloca el embrión. En el INVO, óvulos y esperma van a esta cápsula (muestra algo parecido a un pimentero pequeño).
¿Esto tan grande va en la mujer?
Sí. Se coloca adentro y ahí se queda tres días, hasta que ya se forma el embrión. Cuando la cápsula se retira de la vagina, se extraen los embriones de tres días de vida y se implantan en el útero.
¿O sea este es un bebé probeta, pero dentro de la madre?
Exacto. Le das al embrión las mismas condiciones, pero naturalmente. Lo que tienes en un laboratorio, lo tienes acá, porque la mujer produce exactamente las mismas condiciones.
Los opositores a la manipulación de embriones cuestionan el in vitro.
¿Este método hace una diferencia?  
No, es igual.  Pero no se manipula el embrión, sino un óvulo y el esperma.
¿Se descartan más o menos embriones que en un in vitro?
No descartamos. El objetivo es trabajar máximo con cinco, seis óvulos. De cinco a seis que coloco, al tercer día me van a quedar dos o tres embriones.
¿Y no sobran embriones?
Puede ser.  En ese caso se congelan, porque el INVO no es un cien por cien seguro a cada intento. Si a una mujer le saco los óvulos, fecunda y tengo cinco embriones, no los puedo usar todos de forma alguna. Máximo transfiero dos, para evitar embarazos múltiples.
¿Y los sobrantes?
Los otros embriones los ponemos a congelar, ya sea por si el primer procedimiento no dio resultado y, así, la mujer ya no tiene que pasar por el procedimiento de inyecciones y de aspiración de óvulos. El inconveniente viene si se le transfieren dos embriones y quedan cuatro para congelar, ella sale embarazada de mellizos y no quiere más hijos. Yo no puedo descartarlos ni destruirlos.
 
 
Por el tema ético...
Exacto. Los tengo que tener congelados y se puede complicar más si la pareja se separa. Y nos ha pasado. La mujer dice: vengo por los embriones, y el marido dice: yo no autorizo.  Es un verdadero dolor de cabeza.
Muchas parejas dicen necesitar  un hijo. ¿Cómo evalúa usted si es así?
Pongo entre comillas eso de la necesidad de tener hijos. Porque, a veces, el hijo es el resultado de una relación normal, pero otras veces se convierte en una necesidad por presiones sociales...
O para salvar un matrimonio.
Exactamente. A mí me ha pasado. El otro día, seis de la mañana, me llama una paciente de Tarapoto y me dice: doctor, hágame el in vitro porque mi esposo me ha dicho que si no le doy el hijo me abandona.
Pero esa persona piensa utilizar a un hijo para un fin propio.  
Exacto. Todo procedimiento de fertilidad debe ir acompañado de un análisis psicológico. En el centro, todas las parejas que van son evaluadas por un psicólogo y a veces vemos que hay gente que no está en condiciones y ahí viene el lado difícil de decirle a la pareja que no.  

La gente tiene hijos por diferentes motivos. ¿Cuál es la razón correcta, desde la perspectiva de un fertilista?
Yo pienso que la razón  es que la pareja desee tener un hijo, como cualquier otra, lo intente y no lo logre. Pero que no tenga ninguna presión. Y eso se puede ver y allí tú tienes que ayudarlos.  Es diferente a aquella pareja que viene y que dice algo tan frívolo como: ¿sabe qué? Tengo que salvar mi matrimonio. El hijo no es un instrumento.

Tampoco una mascota…
Claro. Hay una señora de 55 años que no para de buscarme y decirme: quiero tener un hijo, porque me siento sola, doctor…   
Que se compre un perro, pues.
Exacto (risas).  Yo le digo: ¿tú has pensado que cuando tu hijo tenga 15 años, de repente, no tenga madre? Tú, por no estar sola, estás exponiendo a un niño a ser huérfano. Ahí sí soy bien claro y le digo: no te voy a ayudar. El hijo debe tener todas las condiciones, nazca por in vitro o naturalmente.  
Hay gente que cuando deja el tratamiento logra embarazarse.
A muchas parejas les hacemos la fecundación in vitro una vez, dos veces, y después dicen: voy a descansar seis meses. Se van de viaje y salen embarazadas. Es que todo esto tiene que ver con el sistema neuroendocrino, que actúa en las hormonas y, por tanto, en la ovulación.  
Una buena segunda luna de miel puede ser más eficaz que un in vitro?
Sí.  Hay un 25% de los casos que no sabemos a qué se deben. Hacemos estudios a las trompas, al ovario, útero, esperma y todo está normal y no se da el embarazo. Hacemos un procedimiento, dos, y nada.  De repente, viajaron, tuvieron una buena luna de miel, mucho amor, mucho champagne y vino, y el embarazo se da.
 
 
LA FICHA
 
Estudié en París, en los 80, con René Frydman, pionero de la fecundación in vitro. También conocí al biólogo Claude Renoux, inventor de la cápsula de fertilización INVO. Después me vine para acá y perdí el contacto con ellos. Lo retomé unos años después, y traje el método al Perú. Ahora lo aplicamos en el Hospital de la Solidaridad y en Nacer, donde ya hemos logrado 200 nacimientos, entre ellos, 30 mellizos y dos trillizos.

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