domingo, 21 de septiembre de 2014

No caigas en la impulsividad. Antes de acusar o castigar a los hijos, es necesario evaluar la situación.

Diario Peru21.- “Una vez creí que mi hijo hizo una travesura en la casa”, cuenta Francisco (36). “Pensé que él había malogrado mi teléfono nuevo. Me molesté mucho, pues le dije que no lo tocara. Dos semanas sin juguetes: ese fue su castigo”.

Los padres son los líderes de las familias, pero eso no los hace infalibles. El detalle aquí es saber enmendar esos yerros, sobre todo cuando los afectados son los hijos.
Por ejemplo, acusar a los hijos de un hecho que no cometieron es despertar sentimientos nada gratos. Por ello, es importante escucharlos, entender sus versiones y pedir disculpas.
De hecho, buscar perdón y ser perdonado es una dinámica poderosa, pero también difícil de llevar a cabo. Poderosa porque refuerza los vínculos afectivos. Difícil porque el orgullo, especialmente, es el principal obstáculo.
“Días después, gracias a un amigo que tenía el mismo problema con su equipo, descubrí que el teléfono había venido así de fábrica”, confiesa Francisco. “Me sentí mal. Tuve que pedir disculpas a mi hijo, pues lo castigué y no le creí. Desde entonces, me he esforzado por tener una relación clara y honesta con él”. Cuesta, pero es posible.

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