Un grupo de investigadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia ha confirmado científicamente que la maca, el regalo de los dioses incas, tiene propiedades que retardan el avance de enfermedades como el Parkinson y el Alzheimer. Ahora, quieren saber si ocurre lo mismo con la muña y la quinua.
Por : Oscar Miranda
Suplemento Domingo.- Hace cinco años, el biólogo Luis Aguilar Mendoza (51) envió a un equipo de jóvenes investigadores de la Universidad Peruana Cayetano Heredia (UPCH) a recorrer el país.
Les dio una misión especial: recopilar toda la información posible sobre las plantas que la sabiduría popular usaba desde siempre para tratar sus problemas de salud, en particular los problemas nerviosos: los dolores de cabeza, los mareos, las tembladeras, cosas así.
Los investigadores viajaron por las zonas urbanas y rurales de Lambayeque, Tumbes, Cajamarca, Arequipa, Cusco, Tacna y Lima. Volvieron a las oficinas de Aguilar con un inventario de 69 especies. Tal labor de recopilación dio origen a un libro, Plantas medicinales del Perú, publicado en 2012 con el apoyo de la Comunidad Autónoma de Madrid. Pero ese no fue el final de la tarea.
De hecho, era solo el comienzo.
Un tiempo antes de enviar a su equipo, Aguilar, jefe del Laboratorio de Neurociencia de la UPCH, se había reunido con representantes de la Comunidad Autónoma de Madrid y de la Universidad de Alcalá de Henares. Ellos querían auspiciar una investigación científica que tuviera un impacto social en el país. Y Aguilar les propuso estudiar las plantas medicinales, sobre todo aquellas que pudieran tener efectos en las enfermedades neurológicas. Sería interesante examinar sus propiedades. Desterrar los mitos alrededor de algunas de ellas. Y quizás, en el caso de otras, validar científicamente su poder curativo.
Cuando los jóvenes investigadores volvieron con su lista de 69 especies, había una que se repetía constantemente en el mapa regional. La usaban en el norte, en el centro y en el sur, para una gran variedad de dolencias.
Era la maca. El regalo de los dioses del Imperio Incaico.
El universo cerebral
El huancavelicano Luis Aguilar estudió dos carreras en la Cayetano Heredia: Medicina y Biología. Puesto a elegir, decidió archivar el título de médico y convertirse en científico. Se fue a España a hacer una maestría y, después, un doctorado en la misma materia: Neurociencias. Hizo posdoctorados en la Universidad de Salamanca y en la de la República en Uruguay. Dedicó todos esos años a realizar estudios en el campo cerebral. Se dice que la década de los noventa fue la Década del Cerebro, por la cantidad e importancia de las investigaciones que se hicieron en ese período. Aguilar estuvo allí, junto a los científicos que exploraban como astronautas el universo cerebral, tan cercano como desconocido.
Cuando volvió al Perú, en 2008, fundó el Laboratorio de Neurociencia de la UPCH. Allí comenzó a investigar un problema que ha obsesionado a varias generaciones de científicos peruanos: cómo vencer el mal de altura. Aguilar y sus colegas comenzaron a estudiar a las alpacas, animales que, a diferencia de otros mamíferos, no tienen problemas de adaptación del llano a las alturas y viceversa. Se embarcaron en la compleja tarea de elaborar el primer mapa cerebral de la alpaca y de identificar las moléculas que facilitan esta adaptación, para ver si, en el futuro, podrían replicarse y usarse en humanos.
En 2013, el equipo ganó el concurso de financiación de proyectos del Concytec. Con esos fondos, Aguilar decidió profundizar en su investigación sobre los efectos de las plantas medicinales en las enfermedades neurológicas. Limitó el campo a dos males: Parkinson y Alzheimer. Y a tres plantas: la muña, la quinua y, por supuesto, la maca.
Alimento divino
La maca (Lepidium meyenii) se cultiva en los Andes peruanos desde los tiempos preincas. Se cree que fue domesticada por los Pumpush de Junín, habitantes de la orilla del Lago Chinchaycocha, allá por los años 700 A.C. Los incas la consideraban un regalo de los dioses y no solo la consumía su nobleza como alimento sino que la usaban en danzas y ceremonias religiosas.
Uno de sus mayores investigadores ha sido otro científico de la UPCH: el biólogo Gustavo González. Él descubrió que mejoraba la fertilidad y la memoria, que tenía propiedades energizantes y que podía ayudar a reducir la osteoporosis.
Luis Aguilar dice que, en tanto el equipo de González había estudiado la fitoquímica de la planta, ellos decidieron estudiarla desde otro enfoque: su efecto neurológico en los animales enfermos.
Así que, en términos generales, hicieron lo siguiente: dividieron una población de ratas en tres grupos. Al primero le inocularon una enfermedad (Parkinson o Alzheimer). Al segundo, le inocularon un conjunto de moléculas de maca, que debían tener un efecto protector ante la enfermedad. Y al tercero le inocularon tanto la enfermedad como el presunto agente protector.
A los tres grupos se les practicaron estudios histológicos, neurológicos y de comportamiento. Fue una tarea compleja, en la que el biólogo contó con la colaboración de médicos, psicólogos, enfermeros y hasta ingenieros electrónicos, así como de estudiantes de posgrado que desarrollaron sus tesis en el laboratorio.
Un día de 2014, después de más de 30 pruebas con distintos grupos moleculares, confirmaron que uno de los individuos a los que se le había inoculado tanto la enfermedad como el agente protector no desarrollaba síntomas. "Este podría ser, podría ser", dijeron.
Comenzaron a hacer las mismas pruebas ya no con cerebros enteros sino con cultivos neuronales. Les aplicaron las sustancias que provocan las enfermedades y los grupos moleculares que debían protegerlos. Entrado el 2015, estaban seguros de sus conclusiones. La maca, en efecto, atenuaba la destrucción neuronal que causa tanto el Alzheimer como el Parkinson. Y ellos habían logrado identificar cuál era exactamente ese agente protector.
–Lo que encontramos es que la maca es un neuroprotector– dice el doctor Aguilar. –Consumir esta planta no cura la enfermedad (porque el Parkinson y el Alzheimer aún no tienen cura) pero previene que se presente súbitamente y en las personas que ya están enfermas, que no avance tan rápidamente.
Eso significa que, por ejemplo, se frenaría la pérdida de la memoria y de la capacidad de aprendizaje, características de ambas enfermedades. Significaría que se reducirían la rigidez muscular y los movimientos involuntarios, en el caso específico del Parkinson. Eso significa calidad de vida.
¿Un nuevo fármaco?
Unos 300 mil peruanos padecen de Alzheimer y unos 40 mil, de Parkinson. El tratamiento para reducir los síntomas es costoso para los que no tienen seguro de salud –la gran mayoría–, así que la posibilidad de que aparezca un nuevo fármaco hecho en nuesro país y a un precio reducido llenaría de ilusión a muchos.
Sin embargo, Luis Aguilar dice que su equipo todavía está lejos de llegar a ese punto. Si bien se ha identificado el grupo molecular neuroprotector, hay que seguir estudiando. Se desconoce qué efectos secundarios podría tener su consumo excesivo. Después de esta fase de investigación, que llamaríamos básica, hay que pasar a la fase clínica, que significa hacer estudios en humanos. Y para eso necesitan financiamiento.
Aguilar y su equipo acaban de presentar los resultados de su investigación en la revista Toxicology Mechanism nd Methods. Su intención es seguir estudiando los efectos neurológicos del resto de plantas. Saben que la quinua es un poderoso nutriente y que la muña tiene propiedades analgésicas, pero quieren conocer exactamente qué moléculas son las que trabajan. ¿Llegará el día en que todo nuestro catálogo de plantas medicinales sea estudiado con esa rigurosidad? La sabiduría popular, validada científicamente.
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