Salud en Casa.- Han pasado 44 años para que la Selección Peruana de Fútbol regrese a una final de la Copa América. La mala racha terminó con la “era Gareca” y los peruanos no somos indiferentes, seguimos alentando a nuestro equipo incondicionalmente. Resulta imposible no preguntarnos ¿por qué disfrutamos tanto viendo un partido de fútbol? ¿por qué nos emocionamos tanto y nos gana el impulso de ir una y otra vez al estadio?
Eventos como el partido entre Perú y Uruguay, así como con el de Chile, desatan una euforia en los fanáticos de la selección activando en sus cerebros en neurotransmisor dopamina, que desencadena una sensación de placer. Esto al mismo tiempo que se activan las hormonas endorfinas y de la adenalina, lo cual aumenta nuestra concentración al ver un partido. Néstor Gálvez-Jiménez, neurólogo de la Cleveland Clinic Florida, indica que este proceso cerebral es el mismo que ocurre cuando una persona está enamorada.
Incluso, hay quienes pueden sentirse como un jugador más dentro de la cancha. “ cuando vemos a nuestro equipo en acción, gran parte del disfrute, puede tener como causa principal un químico que hace sentir bien al cerebro, la dopamina. Esta sustancia es la misma razón que provoca que la gente se emocione al subir a una montaña rusa”, señaló el especialista.
Del mismo modo, ver el juego con un grupo de personas que comparten la misma afición, asó como con la familia y amigos, tiene como consecuencia la liberación de la oxitocina, un químico que ayuda a crear todos esos sentimientos buscados al momento de alentar: unión, compañerismo, compasión, entre otros.
“Hay quienes pueden llegar a sentir distintos estados de ánimo al momento de alentar. Al juntarse todas las sustancias químicas del estrés, es normal poder encontrarnos con un hincha deprimido o un poco asustado”, recalcó el médico.
Pero, ¿qué pasa con aquellos que no son fanáticos pero los buenos resultados lo animan a alentar a la selección? En definitiva, sus cerebros comienzan a experimentar nuevos procesos químicos, que contribuyen a activar el sentido de pertenencia.
El no controlar la situación de cada juego, hace que la carga de tensión pueda resultar muy exigente.
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